Messi imita a Maradona

Messi fue muy duro con la Conmebol

Messi fue muy duro con la Conmebol / AFP

Jordi Costa

Jordi Costa

Si todas las injusticias que se derivan de errores arbitrales son lamentables, ver a Messi expulsado sin motivo -por segunda vez en catorce años como profesional- es indignante. Sin embargo, no es menos doloroso comprobar que, quienes quisieron ver al 10 convertido en Maradona, están logrando su objetivo.

El mejor futbolista de la historia ha sido más protagonista de la Copa América por lo dicho ante los micrófonos que por lo hecho sobre el césped. Visto el desbarajuste argentino, no se le puede recriminar lo segundo pero sí lo primero. Al margen de sus hazañas futbolísticas, Messi ha sido el mejor ejemplo de deportividad. Nunca una falta fingida, nunca un gesto de soberbia ni una recriminación a un rival como respuesta a los golpes que recibe -excepto cuando ha percibido mala intención-, y nunca, hasta ahora, una enmienda a una decisión arbitral. Ni siquiera cuando un gol suyo mal anulado por Mateu Lahoz le costó una Liga al Barça.

Eran los tiempos del fútbol preVAR, y está claro que la tecnología no corrige todo lo que no aprecian los colegiados, pero aun así duele ver a Messi convertido en un terrenal más, achacando una derrota al arbitraje e incluso quejándose de acciones bien arbitradas como el segundo presunto penalti que los argentinos reclamaron en la semifinal ante Brasil. Igual que hay futbolistas malos, también hay árbitros que no dan el nivel. Si a Messi le consta que hay una confabulación para favorecer a Brasil, en vez de no ir a la entrega de premios, debería negarse a disputar el partido.

Como todos los deportistas, Messi sabe que ha perdido y perderá más de lo que gane. Incluso él. Y todos pueden tener momentos de debilidad producto de la frustración. También Guardiola, por poner otro ejemplo de elegancia, hizo bandera de no comentar las decisiones arbitrales hasta que insinuó que el Madrid ganó la Liga en su última temporada en Can Barça porque estaba preestablecido.

Ser líder es señalar a la FIFA por permitir que se jueguen las finales de la Copa América o la Copa Oro el mismo día que la del Mundial femenino, o por la brecha abismal de premios -400 millones para los hombres, 30 para las mujeres- entre los mundiales de ambos sexos. La capitana norteamericana, Megan Rapinoe, utilizó la victoria para -además de cargar contra Trump- denunciar una realidad sangrante; en la derrota, Messi se refugió en contubernios que no puede probar. Y, aunque algunos le aplaudan, querer ser Maradona perjudica su imagen inmaculada.