Messi, el genio

Messi se lució en Cornellà-El Prat

Messi se lució en Cornellà-El Prat / AFP

Rubén Uría

Rubén Uría

MESSI

Da Vinci fue el arte, Picasso fue la pintura, Mozart la música y Einstein la ciencia. Messi es el fútbol. Es el regreso a la infancia, la perfección hecha pelota y la felicidad absoluta del aficionado que mendiga cada fin de semana un ratito de buen juego. A Messi, como a todo genio, sólo le critican los mediocres, esos que son incapaces de entender que más allá del color de la camiseta, está la universalidad de la belleza. Problema suyo. Da igual el premio, la votación surrealista o el reproche mediático elegido para negar la dimensión de un genio único. Messi no necesita premios porque él es el premio. No necesita adjetivos porque los agota. Y no necesita presumir de nivel, porque lo demuestra. 

REINVENTARSE

Simeone le critican su estilo porque sus resultados son indiscutibles. Lo que no tiene debate es que el tipo gana. Y esta vez, su mérito es doble. Después de una plaga de lesiones, nada menos que 25 en lo que va de curso, el “cholismo”, en vez de caerse, compite y gana. Al Cholo se le han roto su delantero centro, toda la defensa y medio centro del campo. Y lejos de llorar, Simeone ajusta y gana. Un día toca Saúl lateral zurdo, otro Vitolo carrilero y cuando hizo falta, apareció Godín, cojo, como nueve puro. Se trata de jugadores programados para una guerra. Mérito del Cholo. Caerá mejor o peor, pero es firme. El tipo se reinventa. Algo tiene el agua cuando la bendicen.

SARABIA, SELECCIÓN

Hace días fue el motor de la tertulia de la Peña “Sevillismo en Madrid”.  Y a sus ilustres miembros, Quique, Isi y compañía, nos les faltaba razón. Sarabia es la piedra angular del equipo de Machín. Conduce, asiste, lidera y golea. Es el jugador español más decisivo en las cinco grandes ligas europeas combinando su número de asistencias y tantos. Su cláusula asciende a 18 millones, una ganga. Pepe Castro tendrá que rascarse el bolsillo. El resto de potencias europeas está haciendo cola. Lo suyo no es una exageración, sino un acto de justicia: “Sarabia, selección”.