Messi alumbró un partido que pareció de otra época

La voracidad goleadora de Messi no tiene límites

La voracidad goleadora de Messi no tiene límites / VALENTÍ ENRICH

Ernest Folch

Ernest Folch

Por suerte hay tardes en los que el fútbol moderno vuelve a ser antiguo. Barça y Huesca jugaron ayer, en un horario como los de antes, un partido como los de antes, como si lo que importara de verdad no fueran los puntos sino simplemente algo cada vez más olvidado como divertirse jugando a fútbol.

Curiosamente fue el Huesca el que abrió la fiesta con una extraordinaria jugada, y en el primer minuto de juego hilvanó una combinación de ensueño en la que tocaron el balón todos los integrantes del equipo oscense: Cucho Hernández depositó el balón en la red tras 19 toques, como si se hubiera intercambiado el rol de los dos equipos.

Pero la heroicidad visitante llegó tan temprano que en realidad no trastocó ningún plan, y tal como está previsto en el guión eterno de los partidos del Barça, Messi agarró el volante del partido, empató con un gol de ensueño en el que engañó de un regate a toda la defensa rival, y dirigió a todos sus compañeros hacia una exhibición de las que no se olvidan.

Al Huesca hay que agradecerle su grandeza, porque se plantó en el Camp Nou dispuesto a morir con una gran valentía, fiel a su idea de construir y salir siempre con la pelota jugada. Pero lo cierto es que ofreció muy poca resistencia al vendaval que Messi había desatado y contra el cual no hay nada que hacer, sea uno el más valiente o el más cobarde.

La enésima fiesta en el Camp Nou que organizó Messi sirvió también para algunos desquites: Suárez por fin marcó (el segundo de penalti gracias a un penalti que creó él mismo), Rakitic empalmó una volea sensacional el día que fue despedido con una cerrada y merecida ovación de todo el estadio y Jordi Alba completó un partido delicioso, en el que asistió, regateó y marcó, y que fue en sí mismo un mensaje para Luis Enrique.

Hay quien ha hecho estos días todo tipo de funambulismos para justificar al seleccionador, pero lo cierto es que el partido de ayer sirve, si es que hacía alguna falta, para dejar todavía más en evidencia la absurda no-convocatoria del lateral blaugrana.

Sin embargo, ni siquiera un festival como el de ayer está libre de algunas sombras. El choque dejó una asignatura pendiente, con dos jugadas en las que ‘cantó’ toda la defensa, y un interrogante sobre el papel de los suplentes: en un día propicio para las rotaciones Valverde prefirió tirar del canónico once de gala, pero el precio fue dejar un mensaje algo dubitativo sobre su fe en los fichajes, que juegan todavía un papel muy residual. Sin embargo, nada puede empañar una tarde que pareció de otra época.