Opinión
Una mercancía llamada Doncic

Luka Doncic a su llegada a Los Angeles tras fichar por los Lakers / Lakers
Saltó la sorpresa. Dallas traspasó en la noche del sábado al domingo a Luka Doncic, su jugador franquicia. Incluso los más reputados analistas del deporte de la canasta, en un primer instante, etiquetaban la noticia como una fake new, por imposible o improbable, pues no le encontraban fundamento. En un plis plas, se convirtió en “new”, sin “fake” y pasó a trending topic. Así es el deporte americano, una industria, un negocio, punto. Después tendrá sus pros y sus contras, como todo; pero el deportista, el mínimo común múltiplo del que se nutre el deporte, es una variable que no pinta nada, absolutamente nada.
Hoy hablaremos de Doncic, ese precoz ejercicio de talento balcánico que despuntó ya de bien joven en el Real Madrid y que solo fue número tres del draft. Luka, que apunta a serlo todo, si ya no lo es, en la NBA, se enteró de su traspaso cuando estaba hecho. ¿Le preguntaron por su opinión? No. ¿Les importaba si estaba de acuerdo con la operación? ¿Para qué? Dos propietarios, dos directores deportivos, se plantean una operación entre dos franquicias y la cierran, se lo cuentan al protagonista y que este empiece a pensar la mudanza. En Dallas dicen que lo veían gordito, que no se cuidaba y activaron el botón rojo. De los Mavericks a los Lakers, de Texas a California, en un santiamén.
Se puede pensar que, con lo que ganan, que apechuguen; es cierto, pero no universalmente válido. Tendría una cierta coherencia concluir que podría tener una cierta relevancia que un jugador esté alineado con un proyecto deportivo. Vayamos a un ejemplo comparativo, Messi juega en el deporte americano, ¿alguien se plantearía la posibilidad de un traspaso desde Miami a cualquier otro equipo en el caso del argentino?
Todo ello convive con la aquiesciencia de los aficionados americanos, que son más de lo mismo, su apego al factor competitivo del deporte, a dejar de cenar si pierde su equipo, ni existe, ni se espera. Los fans son espectadores, como los del cine de Hollywood o los de los conciertos de Taylor Swift, por eso, en la final de la Superbowl lo más visto es el show musical del entretiempo. Cualquier espectáculo, deportivo o no, lo consumen con palomitas, hot-dogs y bebidas edulcoradas; sin necesidad de esperar al tiempo muerto o al descanso, ¿para qué?.
Cosas de los Estados Unidos, los de Trump o de Obama, en eso da lo mismo. Todo yin, tiene su yan. Lo bueno para el esloveno, pues que la vida y la probabilidad de hacer cosas más interesantes en Los Ángeles que en Dallas, dentro y fuera de la pista, incrementa más que proporcionalmente (Pau Gasol se lo puede explicar en primera persona). Compartirá franquicia con Le Bron, como hizo el catalán con Kobe Bryant, incrementando su valor de marca solo gracias a esa pura asociación, antes también Magic y Abdul-Jabbar fueron dueto. Deportivamente, le dejo el análisis a otros.
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