Menos jeques y más fútbol

El jeque Al-Khelaifi ha puesto ahora sus ojos en el centrocampista Kanté

El jeque Al-Khelaifi ha puesto ahora sus ojos en el centrocampista Kanté / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Cuando el director ideó esta cita semanal mía con ustedes o, perdón, de ustedes conmigo, le puso como título ‘las cosas de Emilio’, dando a entender que en este maravilloso encuentro yo les iría contando eso, mis cosas, lo que me pasa por la cabeza, entendiendo, cómo no, que trataría que fuesen reflexiones curiosas, entretenidas, informativas y, sobre todo, que generasen cierta empatía entre ustedes y yo.

Y ahora que empiezo a teclear estos 4.340 caracteres con espacios, que no es poco, me viene a la cabeza (a lo largo del texto irán saliendo ‘más cosas de Emilio’) la portada de cierto diario madrileño que, tras la pérdida de dos puntos del Barça ante el Gefate, tituló a toda castaña: ‘El Barça, tocado pero no hundido’. Son ganas, desde luego, de meter miedo al personal culé cuando, tal y como reconoció ayer Ernesto Valverde, cualquier equipo (sí, sí, también el Real Madrid) se cambiaría por el Barça: líder (aún) destacado de la Liga, octavofinalista de la Champions y finalista de la Copa del Rey. Giro la cabeza como si se me hubiese enganchado el cuello y cuando vuelvo a reclinarme ante el ordenador y lanzo mis dedos corazones (¿será por eso que lo hago con tanto amor?) sobre las teclas me viene a la memoria esa tontería tan, tan, tan (repito, tan, tan, tan) idiota (las hay, sí, tonterías idiotas, es decir, más que una tontería) del presidente de la Asociación de Fútbol Argentina (AFA), Claudio Tapia, que, por cierto, parece que los escogen en una tómbola, diciendo que “hemos hablado con Messi para que juegue menos y llegue más fresco al Mundial”.

Perdón, ¿esto lo está diciendo en serio ese pseudodirigente, ese ‘pedaso’ de presidente? No, hombre, no, cuídese usted de los suyos, que no tiene ni idea de lo que es, y deje en paz a Leo, al que siempre han maltratado usted, su AFA, el fútbol argentino, sus aficionados y la crítica, y dejen tranquilo al Barça, pues ambos saben perfectamente cómo vivir la vida, el fútbol y la alta competición. Los que han demostrado no tener ni idea de cómo se hace esto son ustedes, dirigentes-forofos de la AFA, que no ganan nada, nunca. Si algo ha demostrado Leo Messi a lo largo de todos estos años es que lo único que no necesita es consejos. Bueno, sí, consejos de cómo declarar a Hacienda y cuanto, sí, pero los que afectan al fútbol, a su juego, a su divertimento, a su principal entretenimiento, al deporte que practica en el patio de su casa con Thiago, el Camp Nou o el Santiago Bernabéu, se los inventa él. Y así le va, de maravilla. Solo hay que ver las travesuras que Barça TV emitió, el pasado martes, cuando todos hacían fiesta, sobre la brujerías que Messi les hace a sus compañeros en los entrenamientos (a puerta cerrada) que celebran y eso que se trata de buena parte de ¡los mejores jugadores del mundo!

Miedoso Emery En medio de semejante reflexión, no porque se trate de Leo Messi, no, lo juro, sino porque no ha dejado de estar presente en mi mente desde el pasado miércoles, me llegan, a las yemas de los dedos corazón de mis manos, flashes, mensajes, washaps visuales y mentales, de lo ocurrido en el Real Madrid-PSG. Juro que si alguien me hubiese tentado (¿verdad que, a veces, nos tientan?, ¿qué te juegas?, venga ¿no eres tan valiente? ¿qué te juegan, anda, qué te juegas?), lo hubiera perdido todo. Todo que es casi nada, pero me hubiera quedado, sí, sin nada. Yo no creía, ni en broma, que el Real Madrid ganaría. Cierto, era cosa de fe. Y de un poquito de potra. Y de un poquito de árbitro. Y de un poquito, digámoslo todo, de Unai Emery.

Sin duda, hay muchas maneras de construir un equipo de fútbol y hasta dar vuelo a un club ya existente. Evidentemente si esa entidad está en París, más fácil me lo pones. Pero alguien, además de dinero, de mucho dinero, de cantidades vergonzosas de dinero, debería entender algo de que va este juego, este deporte, vale, sí, este negocio. Yo, desde luego, no me gastaría 500, 600 o 700 millones de euros en futbolistas y los pondría en manos del entrenador más miedoso (¿iba a escribir cobarde?, iba, pero no, no) que conozco.

Y, sobre todo, por favor, aunque mi pecado fuese tener mucho dinero (es más, tener todo un Estado ostentoso detrás), aunque fuese tan pobre, tan pobre, que solo tuviese dinero, lo que no haría nunca jamás, sería mantenerlo en el cargo cuando ya me ha demostrado (Camp Nou, sí, sí, Camp Nou) que se asusta. Y mucho. No cuando está jugando a fútbol, sino cuando está jugando con mi dinero. No.