Mejor dar las gracias que felicitar

Guardiola durante un partido con el City

Guardiola durante un partido con el City / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Recuerdo que había un par de charlas con Pep Guardiola, mientras se hartaba de caracoles, que me fascinaban y que me importaba muy poco (más bien nada) que se repitieran continuamente. Al margen, por supuesto, de reconocer la maravillosa plantilla que tenía y la capacidad de obrar milagros que esgrimían Messi, Xavi, Iniesta y compañía, Guardiola contaba un par de detalles que siempre, siempre, me han parecido entre maravillosos y muy, muy, importantes para entender el fútbol, el Barça y, sobre todo, lo que significaba vivir inmerso en el mundo blaugrana.

Por un lado (evidentemente, las dos reflexiones las sigue manteniendo, por supuesto), estaba lo que más envidiaba del Real Madrid. Y no por envidiar, que no creo que sea un verbo que conjugue mucho el actual ‘mister’ del Manchester City, sino por querer para él, para su equipo, para su proyecto (sea el que sea), para su afición. Y era, no lanzar nunca la toalla, perseguir los objetivos, pelearlos, lucharlos, incluso a 12 puntos de la meta cuando restaban 15 por jugarse, no renunciar nunca, creer, creer y creer. Esa facilidad que tiene el Real Madrid para pensar que le va a salir todo, Pep la quería (la quiere) para su equipo. Y, no, nunca ha sido uno de los valores preferidos por la ‘gent blaugrana’ (y el club, y la plantilla, y sus técnicos), con un puntito de derrotistas, pesimistas.

El otro comentario, el otro valor y/o reconocimiento, era cuando explicaba (y se lo contaba a pocos) que una de las cosas más maravillosas que había vivido en su fantástica y, sí, al parecer, irrepetible experiencia ¡bien que lo saben todos los culés!, era que cuando su Barça (y el de Messi&Cia) arrasaba en todas las competiciones, cuando le veían en un semáforo en su flamante Range Rover ‘Evoque’ blanco, cuando le veían en un restaurante, en una tienda, en un espectáculo, en la cola del cine, no le felicitaban, no, “me daban las gracias”.

Y fue ahí, sí, donde yo aprendí la enorme diferencia (siento no haberlo descubierto antes) que existe entre que te feliciten y te den las gracias. Y es que, cuando el Barça gana, todos los culés se sienten tan orgullosos, tan felices, tan realizados, que dan las gracias por permitirles, eso, fardar de que son culés. Felicitar es muy simple. Las gracias solo se las das a quién te ha dado muuuuuucho más que felicidad.

Lo digo porque asistiendo ayer al sorteo de la Champions me imagine a millones y millones de culés, distribuidos por todo el mundo, orgulloso (o más que eso) de que su equipo estuviese entre los ocho mejores de Europa (perdón, del mundo). Ya solo con eso, es para sentirse henchido de felicidad. Y, no, no crean que porque en esas copas de bolas no estuviese el Real Madrid, sino porque estaban los mejores. Y, no lo olvidemos, porque, pese a las críticas (¡Dios!), van camino del triplete. Ya les digo, tremendo.

Y ahí están pensando en enfrentarse a un renacido Manchester United que, mira, ahora resulta que es una ‘perita en dulce’, después de eliminar al equipo más rico de la Tierra, el de Mbappé, que no Neymar Jr. Ese Manchester United es un equipo que, históricamente, ha dado miedo, que juega en un estadio mítico (perdón, perdón, el Camp Nou tampoco está nada mal), será el rival hasta verse ¿verdad? en semifinales con el temible Liverpool del no menos ruidoso Klopp y filigranero Salah o el silencioso Oporto del veterano Casillas (ya renovado para el año que viene) y el nuevo madridista Militao. Mejor, pues, olvidarse del temible City o el arrollador Cristiano Ronaldo hasta la final.

Y volviendo, perdón, a la primera reflexión que aprendí de Guardiola (el Real Madrid siempre cree), ayer, ¡que lamentable!, oí a un periodista preguntarle a Zinedine Zidane, en la conferencia de prensa previa a la visita del Celta (justo a la misma hora del sorteo de la Champions ¿casualidad?, no creo, no), si no le parecía una humillación que la Liga haya colocado el partido Leganés-Real Madrid, el lunes, 15 de abril, en la jornada de la basura. Eso duele ¿eh?, duelo mucho, mucho, mucho.

Y solo estamos a 16 de marzo. ¡Uf!, qué larga se le hará la Liga al Real Madrid. Lo siento. O no.