¡Maldito Roland Garros!

Corretja y Kuerten posando en Roland Garros

Corretja y Kuerten posando en Roland Garros / EFE.

Alex Corretja

Alex Corretja

Aprovechando que hoy y mañana se juegan las dos finales del Grand Slam parisino os cuento mi experiencia en este tipo de partidos. ¡Una locura!

Hay dos momentos en mi vida profesional que son inolvidables. Las finales de Roland Garros de 1998 y la del 2001. La primera la perdí frente a mi amigo Carlos Moyá, no tuve ningún tipo de opción, es más, desde antes de salir a la pista creo que ya la había perdido.  Me estrenaba como finalista de Grand Slam, un premio y un sueño desde que tenía diez años. Estaba satisfecho, conforme e incluso algo cansado, física y mentalmente. No estaba acostumbrado a jugar tantos partidos al mejor de 5 sets durante 14 días, a eso se le sumaba, que ‘Charly’ llegaba en un estado de forma inconmensurable y no visualizaba de ninguna manera la victoria. Recuerdo que la noche anterior al partido apenas sentía nervios, salí a cenar con mi equipo y algunos familiares como si al día siguiente fuera un día cualquiera, pero en el fondo no lo era, con el tiempo entendí que lamentablemente ya daba por bueno el resultado de finalista, craso error viniendo de mi parte. Carlos fue muy superior (6-3, 7-5 y 6-3). Fui el derrotado más eufórico de la historia de Roland Garros. Salté la red y abracé a mi rival como si el victorioso hubiera sido yo, porque en mi foro interno me sentía ganador. Tal fue mi satisfacción por vivir ese gran momento, que la fiesta de celebración posterior a la final, ¡la pagué yo!, acudiendo el mismo Moyá Arantxa Sánchez Vicario (campeona del cuadro femenino ese mismo año) entre muchos otros, meses más tarde, cuando yo gané el Masters, fue ‘Moyita’ el que se encargó de invitar. 

La segunda, la del 2001 fue una historia completamente distinta. Yo tenía mucha más experiencia y estaba más curtido. Me enfrentaba a Gustavo Kuerten, número uno del mundo en aquel entonces y un jugador casi imbatible en la pista central de París. No había tenido una buena gira de tierra batida, pero al llegar a Roland Garros siempre confiaba muchísimo en mis posibilidades. El torneo transcurrió de una forma bastante plácida para mis intereses, eso me hizo llegar fresco al último encuentro, y con la confianza que me daba haber derrotado a mi rival hasta en dos ocasiones anteriormente. Sentía que mi momento estaba por llegar y para eso, desde que aterricé en la capital francesa, modifiqué varios de mis hábitos parisinos. Uno de los más asombrosos que recuerdo fue el de cenar catorce noches consecutivas ‘room service’ del hotel y lo más fuerte de todo, es que fueron catorce noches el mismo menú, ensalada, pasta blanca y pollo a la plancha. No quería coger riesgos a la hora de una posible alergia que me había acompañado durante el año 99 cuando me desperté para disputar los cuartos de final y que me dejó K.O. para tal encuentro. La otra fue la de llenar toda la habitación con sábanas blancas por el suelo para evitar los ácaros de las gruesas moquetas del hotel, ya que sufría también de alergia a los ácaros. Con todo eso me planté en la final y cuando todo parecía que se alineaba con un set arriba y break por delante en el segundo para conseguir el tan ansiado triunfo, mi rival subió dos marchas más y ya nunca pude seguirle. 6-7 7-5 6-2, 6-0 para Guga. Cinco años consecutivos alcanzando mínimo los cuartos, no fueron suficientes para llevarme la Copa de los Mosqueteros. Tan cerca y tan lejos a la vez, muchas veces siento orgullo de lo que conseguí en París, otras, sin embargo, tengo ganas de borrarlo de un mal sueño del que nunca fui capaz de despertar victorioso.

¡PONGAN SOLUCIONES YA, POR FAVOR!

En Can Barça, el patio está muy revuelto desde hace muchos meses y parece que va para largo. La moción de censura contra Bartomeu y su junta directiva pasó el corte y como culé asisto atónito a todo lo que está sucediendo en el club. Se me escapa de las manos e, imagino, que los jugadores querrán tener calma lo antes posible. 

NADAL-DJOKOVIC, LA FINAL SOÑADA EN PARÍS

No hay duda. Es la final soñada desde que empezó el torneo, al menos, para mí. Por el nivel y por la expectación, ya que están jugándose el récord de Grand Slams junto con el suizo Roger Federer. Los dos son unos auténticos gladiadores. Será una final abierta, intensa y con un ritmo muy alto desde el principio. Rafa parte con una pequeña ventaja por lo que ha ganado aquí, aunque a Djokovic todavía no le han derrotado a partido completo en este 2020. Me podéis acompañar a partir de mañana a las 14:30h en Eurosport.