Malcom aprovecha el destino y Valverde tiene un problema

Ernest Folch

Ernest Folch

Confirmado: el fútbol es el deporte más caprichoso, imprevisible y cuando quiere también más injusto del mundo. El Barça dominó el partido a placer, con una autoridad insultante, y sin embargo no vio traducidas en gol las incontables ocasiones que creó. Valverde retocó por sorpresa el esquema que tan bien le había funcionado en esta minitravesía sin Messi, hizo entrar a Dembélé de titular en lugar de Rafinha, y lo cierto es que el equipo tuvo en la primera parte un control absoluto del juego, en el que el único reproche que se le puede hacer es que no fuera capaz de convertir su juego excelso en algo tangible. A fuerza de perdonar, el Inter se creció en la segunda parte y a pesar de que Luis Suárez, Rakitic o Coutinho pudieron inaugurar el marcador, la pelota se negaba a entrar sistemáticamente, como si estuviera embrujada. Era la primera broma que el destino le había reservado a Valverde.

La segunda, la de verdad, fue que Malcom, un minuto después de entrar, en su primer minuto de Champions como profesional, en su primer minuto después de su largo ostracismo, en lugar de arrugarse o de cohibirse, demostró una gran personalidad, salió como un valiente y marcó un golazo de un chut muy medido y nada casual. Su reacción instantánea fue la de llevarse las manos a la cara, visiblemente emocionado, como si de repente le cayera encima todo el sufrimiento de estos últimos meses. El mérito enorme de Malcom es que supo traducir en fútbol la rabia que llevaba dentro y catalizó en el juego su desesperación, una cualidad que solo tienen los buenos jugadores. Atención, porque el destino, en el fútbol, cambia a menudo por un minuto, por una jugada, por un instante, y el brasileño tuvo ayer la capacidad de iluminarse y ver que ese podía ser su momento, el segundo preciso en que se volvía reconectar con un proyecto del que ha estado misteriosamente descolgado durante demasiado tiempo.

Ni siquiera el gol posterior del Inter, que manchó innecesariamente un buen partido, empaña la heroicidad de Malcom, entre otras cosas porque su gol quedará como el que clasifica al Barça definitivamente para octavos, a expensas de resolver la primera plaza. Es tan innegable que Valverde fue valiente al darle una oportunidad y rectificarse a si mismo como que ahora el entrenador blaugrana tiene un problema: después de su gran gol, Malcom sin duda se ha ganado el derecho a tener más oportunidades y salir de una vez de la cueva a donde se le había recluido. La buena noticia para Valverde es que la competencia aumenta y otro jugador se suma a la lista de los que reivindican más y mejores minutos. La mala noticia es que deberá gestionar un vestuario cada día (por suerte) más exigente.