El Madrid se atraganta en su propia euforia

La defensa es un coladero y la delantera no mete un gol

La defensa es un coladero y la delantera no mete un gol / EFE

Lluís Mascaró

El madridismo estaba convencido de que iba a ganar esta Liga sin bajar del autocar. Tras la victoria en la Supercopa de España ante el Barça incluso hablaban de humillar a los blaugranas con su particular “¡A por ellos!” deportivo. Les había hecho tanto daño el victorioso relato futbolístico blaugrana que ni siquiera dos Champions consecutivas servían para apaciguar su sed de venganza. Pero en apenas dos meses, el Madrid, el madridismo y su caverna mediática palmera han agotado su discurso triunfal y se han dado de bruces con la auténtica realidad: están a 8 puntos del Barça después de haberse disputado solo 10 jornadas de campeonato.

La derrota en el campo del Girona ha encendido todas las alarmas y de ‘mejor equipo del mundo’ se ha pasado a ‘equipo en crisis’. La ‘casa blanca’ arde por los cuatro costados y el madridismo duda de todo y de todos. Duda de su defensa, que fue un coladero en Montilivi. Duda del centro del campo, donde solo se salva Isco. Y duda, especialmente, de la delantera, de la famosa BBC que ahora debería escribirse en minúsculas. Con un Bale eternamente lesionado, un Benzema desaparecido y un Cristiano desquiciado. El portugués solo ha marcado un gol en la Liga (Messi ya ha anotado 12) y su imagen está cada vez más lejos de ese ‘The Best’ que le regalaron hace una semana.

Florentino Pérez incluso ya le busca sustituto a Zidane

Incluso se duda de Zidane, al que algunos insensatos habían llegado a comparar con Guardiola. Dicen que Florentino Pérez ya le está buscando sustituto y que Pochettino es el mejor situado para relevarle en el banquillo del Bernabéu. Toda la parafernalia montada alrededor del técnico francés se ha demontado ante la primera crisis.

Las Ligas no se ganan en noviembre, pero pueden empezar a perderse. Y el Madrid, que jamás ha remontado un -8, está cada vez más lejos de un Barça imparable. El eufórico “¡A por ellos!” que cantaban los coros madridistas en agosto se les puede acabar atragantando.