¡Madre mía, ya eres olímpico!

Sídney 2000

Sídney 2000 / ARCHIVO.

Alex Corretja

Alex Corretja

Estamos a escasos metros de entrar al estadio olímpico para la ceremonia inaugural de los Juegos de Sidney 2000. Nos agrupamos por países miles de atletas. Es una sensación única y jamás la he experimentado antes. Mucha emoción, muchos nervios y una tremenda responsabilidad, pero a la vez mucho orgullo por ser uno de los elegidos. Finalmente nos toca a nosotros acceder al recinto. Los deportistas gritan, ríen, lloran, se abrazan, se sacan fotos, graban con sus teléfonos móviles y sucede una cosa muy curiosa. Todo el mundo saluda a cualquier cámara de televisión que se pasa por delante por si acaso tu familia te puede ver desde la otra punta del mundo.  Tu corazón empieza a palpitar a un ritmo descontrolado. Te cruzas con deportistas que solo has visto antes por la tele. Te lo habías imaginado mil veces, pero ahora es real. “¡Madre mía, ya eres olímpico!”. 

A todos nos entristece el aplazamiento de Tokio 2020, pero estaremos de acuerdo que es la decisión más coherente y responsable que ha podido tomar el Comité Olímpico Internacional viendo la crisis sanitaria que estamos sufriendo ahora mismo. Esta situación es la que ha hecho aflorar en mí la nostalgia de esa primera vez. Con la perspectiva que dan 20 años de distancia, me doy cuenta que esos recuerdos siguen imborrables en mi memoria como muchas de las amistades que perduran para el resto de la vida. Y también las anécdotas. Tengo grabadas muchas de ellas y algunas muy especiales. Como la primera vez que entré en el gimnasio de la villa olímpica, me quedé alucinado. Todos luchan por el mismo objetivo que no es otro que el de la medalla, pero los métodos y el camino son diferentes según el país del que vengas y la persona que te dirija. La disciplina férrea y seria de los rusos y chinos, la forma desenfadada de entrenar de los brasileños, con música y bailando a ritmo de samba entre ejercicios o la elegancia impoluta de los franceses a la hora de trabajar siempre con un toque de clase distintivo. Y nosotros ahí en medio observando las diferentes formas de entender el deporte y asumiendo que no solo la tuya es la válida para alcanzar la gloria. 

Pero, quizás la anécdota que más recordaréis es la del famoso ‘pico’ en la boca con mi compañero Albert Costa al ganar la medalla de bronce en el torneo de dobles. Una semana antes, estábamos cenando con nuestros hermanos y algunos amigos íntimos y recuerdo que comenté que mis dos sueños, por encima de todo, eran vivir la ceremonia y subirme al podio. “¿Os imagináis ganar una medalla juntos?”, dijo alguien. “Es casi imposible”, respondí. Y ahí nos replicaron qué seríamos capaces de hacer si lográramos nuestro objetivo. Y yo, sin pensarlo dos veces, dije: “Si ganamos el oro le doy un beso con rosca y si es de bronce un pico”.   Días más tarde, Albert saca, nuestro rival sudafricano resta y Costa remata sin compasión. Acabamos de conseguir el bronce. Se acerca a mí y me grita: “¡El pico, el pico!”. No me lo puedo creer, nuestro sueño se ha hecho realidad. Madre mía, ahora sí que somos olímpicos de por vida.

RAFA NADAL, PAU GASOL Y #NUESTRAMEJORVICTORIA

Nadie duda que son dos de los mejores deportistas de nuestro país. Ambos fueron abanderados en diferentes JJ.OO. y su llamamiento a la sociedad y, en especial a los deportistas, ha sido clave para crear una ola de solidaridad a la que muchos nos hemos unido colaborando en el proyecto #CruzRojaResponde emergencia coronavirus. Ojalá que lleguen a los once millones de euros que tienen como objetivo. 

WIMBLEDON, EN EL PUNTO DE MIRA

Tengo la sensación de que será muy complicado que la temporada de hierba y, en concreto, el torneo más antiguo del tenis se lleven a cabo, al menos, en las fechas previstas. Y también tengo serias dudas de si la organización del Major británico podrá encajarlo en algún hueco de lo que quede de calendario en 2020 por las características únicas de una superficie como la hierba. No es nada fácil mantenerla de forma idónea a partir del mes de agosto.