Opinión

El Luis Enrique 'streamer' y la presión que tiene España

Su hiperactividad está contribuyendo a alejar del foco a los jugadores y liberarlos de presión

Luis Enrique siempre ha confiado y sacado una sonrisa a Ansu Fati

Luis Enrique siempre ha confiado y sacado una sonrisa a Ansu Fati / EFE

En las últimas semanas se está viendo un Luis Enrique frenético. Una versión desencadenada del asturiano, que ha acentuado rasgos de su personalidad ya conocidos: un discurso sin filtros, una energía contagiosa y la determinación de un líder. A las puertas de un Mundial, y al mando de un grupo joven, está concentrando todos los focos. Su incursión desacomplejada en el mundo streamer ha sido la última iniciativa que le ha puesto en el centro del debate.

Puede parecer una anécdota, y para algunos no pasará de chascarrillo, pero también ha contribuido a alejar del foco a los jugadores y liberarlos de presión. Desde hace días se habla más de Luis Enrique y menos de las ausencias de su convocatoria. El ruido de nombres como Sergio Ramos, Aspas, o Íñigo Martínez se ha diluido. También algunos debates sobre futbolistas bajo sospecha como Eric Garcia o su militancia con las rotaciones radicales. Luis Enrique está dejando frases que son píldoras perfectas para el mundo viral de internet y lo colocan en el centro de la conversación. La última, tras ganar a Jordania: "No he hecho la alineación yo, la han hecho los jugadores en función de los minutos que ellos consideraban oportunos".

En la puesta en escena de Luis Enrique hay una indisimulada distancia con los medios –que queda clara en las ruedas de prensa y con su iniciativa de streamear– pero también una honestidad que llega a la gente. Luis Enrique no engaña a nadie (siempre estuvo más interesado en llegar al aficionado que en agradar a la prensa) y no se deja llevar por la corrección.

Lejos de amedrentarse, ha doblado la apuesta: está dispuesto asumir el desgaste de ser la cara más visible de la selección. Y la ha asumido con sentido del humor, con algo tan sano como reírse de uno mismo, pero sin que su mensaje pierda convicción o seriedad.

En días donde jugadores y técnicos ya empiezan a sentir la presión de un Mundial, transmite ambición pero sin dramatismos. Una ligereza saludable en semanas donde solo se hablará en términos de éxito o fracaso.