El córner

¿Y luego qué?

El fútbol cambiará después de esta crisis sanitaria

El fútbol cambiará después de esta crisis sanitaria / Valentí Enrich

Guillem Balagué

Guillem Balagué

El fútbol es el compañero de viaje de muchos. Sin partidos, quedan los programas de radio, los diarios, el grupo de whatsApp de los partidos del viernes, los libros, las finales antiguas. En realidad, no sabemos vivir sin él porque lo abarca casi todo. Y no hay un sólo fútbol, sino muchos y variados. El que se juega en el ordenador o, cuando podamos salir, con dos piedras de portería. El que hace millonario a unos cuantos. Y también el que recauda para luchar contra un virus.

Lo metemos en casi todos los salones de casa, tiene más importancia de la que seguramente merece y, sin embargo, se rige mayormente por decisiones económicas y está regulado por entidades y leyes privadas. Nos quiere engatusar a todos pero lo manejan muy pocos y con muy poca visión del bien común. ¿Y si de esta pandemia, en la inevitable lucha entre la memoria y el olvido que surgirá al acabar, se nos aparece la posibilidad de empezar de cero? ¿Saben qué le pediría al fútbol?

Que estaría bien que aquellos futbolistas de élite que viven en una burbuja, salieran de ella y descubrieran que el mundo de ahí afuera, del que una vez formaban parte, está lleno de gente buena, que no todos quieren un pedazo de lo suyo. Que descubran que cuando se da se recibe todavía más.

Que cada vez que alguien insulta en las redes recordase que se dirige a un hermano o hermana, porque si algo estamos aprendiendo estos días es que somos todos iguales y tenemos los mismos miedos.

Representar a los jugadores importantes es uno de los trabajos más lucrativos del mundo en proporción al esfuerzo realizado. Regulemos eso con más cuidado.

Estaría bien que el periodismo, tan importante hoy, recordara que cada frase dicha, cada parágrafo escrito, debe llevar adherido responsabilidad y respeto a la audiencia.

Hace mucho que el fútbol se ha olvidado del aficionado. Deberíamos empujarlos hacia esos sitios donde se deciden las cosas.

Los directivos de los clubs que no son sociedad anónima podrían recordar que, aunque el dinero que manejan no es suyo, tendría que ser tratado como si lo fuera.

Estamos averiguando ya que, como dijo Albert Camus, hay en el hombre más cosas dignas de admiración que de desprecio. Aprovechemos. Ojalá el fútbol sea motor de los cambios necesarios: de un mundo más solidario y más respetuoso. Con la gente y el planeta.

¿Dónde están los valientes que se atrevan a diseñar un camino nuevo?