Los valores también tienen un precio

Ronaldinho, en medio de la polémica

Ronaldinho, en medio de la polémica / VALENTÍE ENRICH

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Mientras el Barça se llena, a dos manos, la boca de valores, algunos de sus trabajadores agarran la espátula para extraer, una a una, las muelas impolutas que forman el decálogo del buen barcelonista. Uno de ellos, Juanjo Castillo, escupió contra la mano que le da de comer poniendo en duda el trasplante de Abidal y hablando de “hígado ilegal”, pero sigue cobrando cada mes del club (sin saber exactamente por qué). Iñaki Urdangarin ve desde prisión cómo su camiseta sigue colgada del Palau Blaugrana. El club no tiene ninguna intención de retirar la camiseta de este defraudador fiscal, que significa aprovecharse de todos los que pagamos impuestos, socios y aficionados del Barça incluidos.

El tercero es Ronaldinho, un genio con el balón en los pies y solo un torpe con el móvil en la mano si no fuera porque defiende todo lo que escribe y se niega a rectificar. Apoyar a un machista, homófobo y racista entra dentro de la libertad de expresión, como dijo Josep Vives, de cualquier persona. Pero decir, acto seguido, que “Bolsonaro no representa los valores del Barça” es incompatible con mantener a quien apoya esos valores como embajador del club. Ronaldinho es libre de decir lo que quiera, el problema es si lo que dice encaja o no en una entidad como el Barça. ¿Qué valores, cobrando del club, exporta Ronaldinho? ¿Los del Barça o los de Bolsonaro? O una cosa o la otra. Las dos a la vez son incompatibles, un ejercicio de hipocresía, por parte de quien emite el doble discurso y por parte de quien se lo permite. Al final, tanto se ha hablado de valores que al Barça se le ha olvidado el significado de la palabra. O aún peor, le ha dado la única acepción que el mundo de los negocios conoce: el valor del dinero.