Los GP sin Marc Márquez son menos grandes

Marc Márquez durante la carrera en Jerez

Marc Márquez durante la carrera en Jerez / EFE

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

Que el motociclismo es un deporte extraordinariamente popular en España ya no lo determinan las audiencias televisivas que, últimamente, son alarmantemente bajas; aunque no tanto como la ridícula repercusión que consigue recientemente la F1, también por efecto del sistema de pago por visión que no cuaja en este país, entre otras cosas. Como sucede con el fútbol, donde cada lunes aparecen miles de entrenadores vocacionales con la solución filosofal a los fracasos tácticos del día anterior, la capacidad de MotoGP de provocar una hemorragia de tonterías sin fin por parte del cuñadismo patrio es igualmente inconmensurable. La última de ellas: esa absurda tendencia a cuestionar la actuación de Marc Márquez en el GP de España del pasado domingo que ha afloradom, o su intención de estar presente en el de Andalucía este fin de semana. Acusarle de imprudente, de insensato, de atrevido (¡¡¡) no hace sino demostrar un desconocimiento -por no decir ignorancia- de la esencia real de este deporte.

De ahí que Alberto Puig declarara que “Marc Márquez no tiene nada de que arrepentirse”, horas después de la carrera y viendo el flujo de burradas que empozoñaba la leyenda de una remontada que quedará para los anales del deporte, caída incluida. Estamos tan acostumbrados a ver cómo el de Cervera suele salvar acciones que para otros culminarían en catástrofe, que tal vez no hemos dimensionado la forma en que solventó lo que era una caída segura en el inicio de la carrera. De hecho el de Honda ya estaba en el suelo, y levantar la moto como lo hizo fue un milagro. Márquez controló las sacudidas de su moto sobre la puzolana como si cabalgara un toro de rodeo. Dudo que algún otro piloto hubiera solucionado el envite con la misma solvencia, que no fue sino fruto de las muchas horas que Marc pasa practicando dirt-track. Aquellas imágenes legendarias de Randy Mamola en la carrera de 500 en Misano, en 1985, domando el “highside” de su Honda hoy casi nos parecen una monería al lado de lo que hizo el domingo Márquez. Pero lo mejor vino luego, cuando fue capaz de remontar 13 posiciones.

Su recuperación fue, mucho más que un espectáculo, un severo correctivo para todos sus rivales, por si acaso alguien había soñado por un instante ser capaz de parar aquel tornado con el cuenco de la mano. Márquez era un segundo más rápido que todos, lo que hace pensar que tal vez Quartaro hubiera tenido que posponer la celebración de su primera victoria, de nuevo, para otra ocasión. Las gradas de Jerez estaban vacías, aunque podíamos intuir el rugir de una afición que se quedó muda cuando vio volar por los aires al de Repsol a la salida de la curva Michelin. La misma donde Mick Doohan puso punto final a su trayectoria cuando pisó en su entrada la raya húmeda del rocío matinal en los primeros entrenamientos del GP de España de 1999. Un recuerdo que nos heló el alma al asociarlo con el terrible impacto del catalán. Pensar que Márquez se tenía que haber conformado con la tercera plaza es pusilánime y lego. Lo que estaba haciendo Marc retorciendo los hierros del chasis de su RC213V como si estuviera en un gabinete de sado no era una codicia desmesurada, sino una demostración de generosidad inmensa. Creo que ni Stoner se hubiera atrevido a gruñir aquello de “tu ambición supera tu talento”, que le espetó a Rossi.

La semana pasada alertábamos en esta misma columna de los riesgos de una lesión importante en un mundial tan corto como este. Pues aquí lo tenemos. Que Puig (no da puntada sin hilo) haya declarado también que “el piloto que consiga el mundial, si no es Márquez, no debería sentirse satisfecho sabiendo que el número uno no ha estado presente" esconde mucho más de lo que se lee. Se trata de un misil a la moral del resto de la parrilla. Como la voluntad de Marc de correr ya este domingo. En el momento de escribir estas líneas ignoro si va a hacerlo, aunque tenga el visto bueno de los doctores. No soy ni adivino, ni médico, y sólo él sabrá cuales son sus sensaciones al manillar de la moto. Pero si tengo claro que, lo haga o no, habrá turbado la paz de sus rivales, que se las prometían muy felices sin él en acción. Ojalá que vuelva cuanto antes, porque los Grandes Premios sin él son menos grandes, por mucho que ahora pudiera abrirse la ventana de las opciones a los demás pilotos. O no.