Los mismos cabrones de siempre

Valverde no acabó satisfecho del juego del equipo en Bilbao

Valverde no acabó satisfecho del juego del equipo en Bilbao / JAVI FERRÁNDIZ

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Viendo el comportamiento de los jugadores, perdón, de las estrellas del Barça y, posteriormente, el partido que hicieron las viejas glorias del Real Madrid, me he acordado del magnífico ejemplo, a nivel personal y profesional, a nivel privado y público, a nivel de ejemplo que nos ofreció (no sé si queriendo, la verdad, pero fue una lindez), a inicios de este mes de agosto el magnífico técnico del Real Mallorca, Vicente Moreno.

Sé que lo han visto, pues ese video se hizo popularísimo entre las aficiones al fútbol, con razón. Fue una lección de profesionalidad que, supongo, ha de ser muy difícil de escenificar (pero falta les haría a todos, desde luego) en una plantilla profesional como la del Barça o la del Real Madrid. No porque Ernesto Valverde o Zinedine Zidane no se atrevan, que, posiblemente, también, sino porque nunca se sabe qué efecto causaría en los riquísimos y caprichosos futbolistas, capaces de pasarse el día haciéndose selfies en las playas, restaurantes y fiestas de Ibiza y, a los dos días de llegar a Barcelona (o jugar el primer partido), lesionarse.

Recuerdo como si fuese ahora a Vicente Moreno recriminándoles a sus jugadores, jóvenes y no tan jóvenes, “esas caritas, que me voy a cargar en 30 segundos” en el primer entrenamiento de pretemporada. O casi. “Que sepáis que hay jugadores de Segunda División que han hecho 200, 300 y 400 entrenamientos y ¡jamás! ¡jamás! han hecho un entrenamiento como jugadores de Primera División. Y vosotros, el primer día, venis con estas caritas. Pues que sepáis que os mando a tomar por el culo a la primera carita y, si nos quedamos con ocho o nueve, pues jugaremos yo y Pendín (su ayudante)”.

Ver jugar al Barça en San Mamés, la ‘Catedral’, en el primer partido del campeón en la nueva Liga y verle perder, en el último minuto, con una jugada fabricada en la banda, casi con sombreto y centro preciso, y golazo del veterano Aduriz, es, casi, casi, perdón (o no perdón, no), verle perder por goleada en Roma y/o Liverpool. Para, luego, cielos santos, oír al siempre atento, moderno, oportuno, mediático y presidencialista Gerard Piqué decir que la competición les ha puesto en su sitio y que “si no estas bien, te pintan la cara”.

Perdón, señoritos ricos, perdón futbolistas de fama y gloria, perdón iconos del deporte, que sepan que no es la primera vez que les pintan la cara, así que empiecen a hacer algo usted, solo ustedes, no el club, ni el presidente, ni el director deportivo (bueno, que no hay), ni el médico, ni el ayudante, ni el masajista, ustedes, ustedes, riquitos, para poner remedio a esas derrotas que, posiblemente, aunque yo, personalmente, tengo mis dudas, dan ustedes la sensación de que les avergüenza.

Yo, la verdad, por más actos de contrición que les escucho a menudo, nunca les he creído. En serio, si ustedes se avergonzaran tanto de algunas derrotas, sería imposible que se repitiesen. Y, sí, se repiten. Y, sí, todos los culés pasan vergüenza ajena. Y, sí, no parece que ustedes dejen de cenar, ni de conducir sus magníficos coches regalados por Audi e, incluso, otros magníficos que se compran con sus sueldos millonarios.

La verdad, el partido del Barça en San Mamés no fue el partido de un campeón en la ‘Catedral’. Y no me hablen de que no estaba Leo Messi. El Barça, sin Messi, tiene que ganar en San Mamés. O, de lo contrario, cuando Josep Maria Bartomeu renueve a Leo de por vida, que les quite un pellizco de ficha a sus compañeros, que viven de él. O casi.

Ya ni les cuento el numerito del Real Madrid en Balaídos, ganando, como diría John Benjamin, “con los mismos cabrones de siempre”, es decir, con las ‘vacas sagradas’, con Bale, Kroos, Modric, Ramos, Benzema…todos, todos, los que iban a ser vendidos (mal vendidos), traspasados, expulsados del Arca de Noé, perdón del Santiago Bernabéu.

Zinedine Zidane, que dejó plantado a Florentino Pérez porque creía que debía hacerse la revolución, ha vuelto y se ha vuelto a tragar los mismos sapos de siempre y, sí, ha vuelto a alinear a los mismos cabrones que hicieron el ridículo el año pasado. Así es el fútbol. Así es la Liga española. Así de fuertes son las estrellas del fútbol en los vestuarios.