De los errores y de la experiencia se aprende

El discurso inaugural de Messi como primer capitán del FC Barcelona y las declaraciones posteriores de Luis Suarez acerca de ‘su’ no  descanso ante el Leganés en el partido que se disputó tres días antes de Roma dejan bien a las claras dónde está la mente de los azulgranas en cuanto al objetivo primordial de esta temporada: sin duda, la Liga de Campeones. Valverde tuvo claro la pasada temporada cuál era el camino que debía seguir tras una pretemporada agitadísima: ganar, ganar y ganar. Para ganar en confianza, acallar voces olvidándose de Neymar y conseguir un colchón de puntos suficientes que permitiesen tener algún tropiezo en la Liga.

Para ello, qué mejor que apostar por un once titularisímo y repetirlo la mayor cantidad de veces posible. Le salió a las mil maravillas y el equipo se disparó. Tal vez al conseguir una renta de puntos importante, al equipo le faltó dar paso a los teóricos suplentes, dosificando así a los jugadores importantes para la recta final de la temporada, que es cuando verdaderamente se definen los títulos, y a la que cuanto mejor llegues física y mentalmente más posibilidades de triunfo hay.

Un entrenador, cuando le salen bien las cosas –ganar la Liga y la Copa así lo atestiguan– difícilmente cambiará, a no ser que vea en la plantilla una segunda unidad de jugadores con la calidad suficiente para no notar sobre el campo el descanso de algunos de sus mejores jugadores. Los Arturo Vidal, Lenglet, Malcom, Arthur, deberían demostrarle al técnico su verdadera valía y hacerle cambiar de opinión. También es cierto que dosificar a tus jugadores no es garantía de éxito total. Así como la Liga se puede planificar, porque se puede arriesgar a tener momentos bajos para luego estar mucho mejor de forma y recuperar los tropiezos, pues es el torneo de la regularidad, en la Champions no hay programación posible que te lleve al éxito, ya que pequeños detalles pueden hacerte quedar campeón, o de la misma manera caer eliminado.