Opinión

Que el loro blanco no os embauque

Buena parte del barcelonismo celebra las migajas que quienes mandan les echan

Florentino Pérez y Joan Laporta.

Florentino Pérez y Joan Laporta. / SPORT

El populismo apela a la patata, que es como en mi familia han llamado tradicionalmente al corazón cuando quienes se referían a él buscaban restarle trascendencia a su papel vital. Una patata es una patata y no pasa nada si del mercado a casa una de ellas decide liberarse del yugo que supone para su comunidad la bolsa de plástico y buscarse la vida por su cuenta. ¡Suerte! Pero el corazón, por mucho que mi ‘primobró’ Dani pueda referirse a él como patata, es un músculo sano y obviamente necesita acción.

Lo sabe Donald Trump, uno de los grandes generadores de jaleo para los corazones de millones de norteamericanos, como lo sabía Lopera, Gil o Gaspart para sus afanosos públicos. Todos ellos, sin embargo, no le llegan a la suela del zapato al monarca heredero de ‘La Liga de los hombres extraordinarios’, serie de Movistar+ que deberá plantearse añadir en el futuro un capítulo extra protagonizado por quien da nobleza a este artículo: Joan Laporta i Estruch.  

Durante sus primeros años al frente del Barça ya dejó buenas sensaciones, ofreciendo episodios inolvidables que, con el paso de los años, se han convertido en piezas irrepetibles (este adjetivo no es gratuito). Ahí está su “tritranquil” o su “que n’aprenguin!”. También en esa categoría de perlas imborrables está el “¡al loro, que no estamos tan mal!”, la “caverna mediática” o el más reciente “madridismo sociológico”. Laporta es un genio sintetizando todo aquello que al culé le sobrevuela la mente y no es capaz de verbalizar.  

Joan Laporta y Jon Uriarte (segundo por la derecha) durante el Barça-Athletic Club de La Liga 2024/25

Joan Laporta y Jon Uriarte (segundo por la derecha) durante el Barça-Athletic Club de La Liga 2024/25 / JAVIER FERRÁNDIZ

No había entonces y sigue sin haber ahora nadie mejor que él para darle acción a esa patata que empezaba a languidecer y cuyo color y palpitaciones no insinuaba nada bueno. La desesperación invita a soluciones radicales y el populismo es el “puto amo” en esos ambientes (¿recuerdan el papelón de Mourinho y sus soldados?). Lo resumió bien Sique Rodríguez en el ‘Què t’hi jugues’: “El socio votó un recuerdo”. 

La memoria es selectiva y en situaciones límite elige el camino fácil de la nostalgia, el que te lleva a la esperanza. Por eso la decisión del CSD la celebra parte del barcelonismo menos reflexivo como un título mientras ríe del madridismo sociológico encarnado por Tebas, el PP o esa prensa nacional-madridista que critica la decisión. Si abrazarse al populismo no les impidiera ver más allá, entenderían que el CSD bebe de las mismas fuentes que el resto. Y que el socio de Laporta, Florentino Pérez, en la Superliga no ha movido un dedo por puro y exclusivo interés propio. Si fueran listos, dejarían de gritar como orangutanes celebrando las migajas que quienes mandan quieren que comamos.

El 'ser superior', ausentándose de interferir en todo este embrollo e incluso posicionándose desde la sombra a favor del Barça, es consciente de que la absurda fiesta desatada alrededor del despacho de Laporta provocará que la ira del fútbol español, ya cabreado con lo de Negreira, se convierta en absoluta hostilidad en cada salida del equipo de Flick. El madridismo sociológico que tan bien definió el presidente se cobra todos sus favores.