La Liga de los 100 puntos, ya, sí, seguro

Joaquín marca el 0-2 en el Barça-Betis de la Liga Santander 2018/19

Joaquín marca el 0-2 en el Barça-Betis de la Liga Santander 2018/19 / AFP

E. Pérez de Rozas

E. Pérez de Rozas

Estamos rodeados de espectáculos únicos, sensacionales, atractivos, trepidantes. Estamos rodeados de deportes que te levantan, a menudo, de tu asiento, que te hacen vibrar durante horas, sin importarte, en la mayoría de ocasiones, quien gane. Pero ¿verdad? no hay nada, nada, como el fútbol, un deporte tan perfecto, que incluso tiene la imperfección de que no siempre gana el mejor, ni siquiera el que mejor juega.

Pero, sí, generalmente, cuando alguien juega como el Manchester City derrota al MUnited, o cuando uno hace la primera parte que hizo el Betis en el Camp Nou vence al campeón, o cuando lucha, cojo, lesionado, dañado, pero amando su profesión y la camiseta que luce hasta más allá del minuto 90, como hizo todo el Atlético y, muy especialmente, Godin, va marca, triunfa y remonta un partido que tenía más que perdido.

No fue este, no, un fin de semana cualquiera. Fue un fin de semana en el que todos, todos, vibramos con el buen fútbol, naciese en las botas béticas o en la hinchada de Boca Júniors, que puso a temblar la Bombonera, el único estadio de la Tierra que se mueve, con una final de la Libertadores que nos va a mantener con el corazón en un puño dos semanas más.

Fue un fin de semana prodigioso en lo futbolístico, donde apuestas como la del Betis de Setien hace honor a esa tésis de que el fútbol español tiene los mejores entrenadores del mundo (españoles). Un fin de semana donde se le vieron las costuras al Barça, curiosamente aún líder y, no solo eso, el único equipo español que ya está clasificado para los octavos de final de la Champions.

Un fin de semana donde más de uno empezó a pensar que Dembéle está ya perdido para la historia (azulgrana) y camino de un traspaso invernal porque, por más que lo intentan desde el club, banquillo y vestuario azulgrana, el chico ha decidido que la vida de profesional (de verdad), responsable, serio, no le interesa lo más mínimo. Que ya hay bastante con un Mbappé y que él, por más cualidades que le descubren todos, no está dispuesto a pagar el peaje de la profesionalidad para ser uno de los elegidos.

Un fin de semana en el que el Real Madrid ¡por fin! encontró, dicen, al parecer, entrenador en la persona de Solari, bien venido al club. Donde Benzema, el eterno criticado, se puso el equipo sobre sus espaldas e hizo ganar al conjunto blanco en Vigo.

Un sábado y domingo donde aquellas Ligas de 100 puntos pasaron a mejor (o peor) vida, pues, pasado el primer tercio del campeonato, el líder suma 24 puntos, así que no hay manera de llegar a los 100, ni siquiera a los 90.

Un fin de semana en el que el Espanyol pasó, en cuestión de minutos, en el tremendo Sánchez Pizjuan, sí, sí, donde querían despedir a Machín a las pocas semanas, de ser líder a concluir la jornada en quinta posición. Pero que les quiten lo bailado a los pericos, que sigue de muy buen ver. Y atrevidos. Y honestos.

Un fin de semana que tuvo millones y millones de ojos colocados sobre ese estadio bonaerense que tiembla, que se mueve, y que, sin estrellas, ni una, de relumbrón, pues todas emigraron a Europa, ofreció al mundo un espectáculo de pundonor y entrega y, sí, goles, pues ese 2-2 entre Boca y River es el mejor cántico posible para que la vuelta sea, de nuevo, otro partido del siglo.

Y Alcacer acabó con el Bayern

Puedes darle las vueltas que quieras a esto tan bestia que es el fútbol, pero que alguien como Paco Alcacer resucite como ha resucitado el muchacho en la Bundesliga, sentenciando con su gol al Bayern de Munich, es para creer en los milagros, tras su paso por el Barça. Se llama fútbol y tiene en sus goleadores la demostración de que es totalmente imprevisible.

Y Verstappen tenía demasiada razón

Puedes criticar, tanto como quieras porque casi siempre tendrás razón, a esos deportistas excesivamente calientes, impulsivos, pero si tú eres Max Verstappen y estás haciendo otra de las carreras de tu vida y viene un bobo como el francés Esteban Ocon y te saca de la pista dejándote sin la victoria, lo más normal es que no te resistas a darle un golpetazo en el pesaje. Lo que hizo ese chico no tiene sentido.

Y Márquez pudo celebrarlo, sí

El ambiente, lo siento, está tan crispado que hasta hubo quien trató de amargarle la fiesta a Marc Márquez con el lio de la pancarta en el balcón del ayuntamiento de Cervera cuando, lo lógico y normal, es que la pancarta siguiese allí y el heptacampeón celebrase con los suyos su título. Márquez solo quería estar con los suyos, en la calle, que es donde hace la vida en Cervera, con sus fans, vecinos y amigos. Y punto. Y la pancarta, tranquilita, en el balcón.