Les deseo lo mejor

La copa, bien arriba. De momento, la de cava. La que Josep Maria Bartomeu alzó para felicitar el año a los medios, a los enteros y a todo el barcelonismo. Me sumo a las burbujas presidenciales para desearles a todos y todas los lectores de este diario lo mejor en los tiempos que corren, del mismo modo que Carvajal hizo lo propio con el colegiado del próximo clásico, Hernández Hernández, para ir sumando adeptos a la causa. El jugador optó por darle una palmadita en la espalda aunque son muchos en la capital los que ya han iniciado la campaña del pañuelo. El de las lágrimas y el de la grada. A mí, olvidarle me resulta imposible. Aquel ‘no gol’ en el Benito Villamarín, obra de Neymar, que entró en la portería un metro y el susodicho no concedió, es una de los recuerdos que me llevaré al otro mundo y que dio la vuelta al mismo en su momento. Pocos ‘retratados’ arbitrales han sido tan virales como aquel.

El madridismo no vendrá llorado de casa, ya les aviso. Desde la designación del trencilla, hay movimientos. No es un tsunami, pero casi. La defensa ya trabaja una semana antes y los entornos, para qué les voy a contar. Si el clásico se hubiera jugado en su momento -sirva este artículo para recordar que el aplazamiento fue por obra y gracia de Javier Tebas- se habrían evitado varias cosas. Entre ellas, paradojas de la vida, la visibilidad de una causa que hoy por hoy y para desgracia del ex presidente de la LFP, goza de un doble impacto.

Al Real Madrid ni le iba bien enfrentarse al Barça ni entonces ni ahora. Messi ha seguido sumando goles, actuaciones de babero, premios y récords. Por no hablar de Ansu Fati, que salta a un campo como el Giuseppe Meazza y en un minuto ya ha marcado a domicilio. El auténtico tsunami, el que de verdad preocupa al estamento blanco, tiene nombre y apellidos. Varios. Y juegan a fútbol. A ellos también les deseo lo mejor.