Leo Messi: El Mejor

Messi festeja con la grada argentina el gol que anotó ante México.

Messi festeja con la grada argentina el gol que anotó ante México.

Rubén Uría

Rubén Uría

El mejor’, dirigida por Barry Levinson y protagonizada por Robert Redford, narra la vida de Roy Hobbs, una promesa del béisbol que triunfa cuando la vida le concede una segunda oportunidad. Tras una exhibición en una feria de pueblo, Hobbs coincide en un vagón de tren con una misteriosa mujer: 

- ‘Señor Hobbs, ¿ha leído usted a Homero?’.

- ‘Si no es periodista deportivo, no’.

- ‘Verá, Homero murió hace mucho tiempo. Escribía sobre dioses y sobre héroes. Y si hoy hubiera estado aquí, habría escrito sobre béisbol’.

Si Homero hubiera estado presente en el estadio Lusail de Qatar, habría escrito sobre fútbol. Concretamente, sobre Lionel Andrés Messi Cuccittini. El mejor. El perfume de la noche era el miedo. Argentina se consumía en un bucle de angustia. Todo o nada. Vivir o morir.

Dos años después de la muerte de Maradona, el artesano de sueños, la ‘albiceleste’ tenía un bloqueo mental salvaje. La angustia crecía, el corazón protestaba y las piernas temblaban. Los enterradores planeaban la hoja de ruta del fracaso: esquelas prefabricadas, fusilamiento programado y funeral previsto.

México aguantaba de pie, la esperanza de los argentinos se iba por el sumidero y cuando algunos creían que D10S no escucharía sus continuas plegarias, apareció el de siempre. El mejor. Recibió con tres rivales delante, encontró la grieta en el muro, apuntó, pateó y provocó un terremoto mundial 7.5 en la escala de Richter. Aguante, Leo. Aguante, Argentina. El país se unió en un grito, descargó un grito de liberación, el grupo volvió a creer, Scaloni respiró y Aimar se quebró.

La crónica de una muerte anunciada se convirtió en una noche de resurrección. El latigazo seco y esquinado del ‘diez’ sacudía a un país. La zurda atómica de Rosario convirtió la angustia en esperanza y el dolor de ya no ser, en el orgullo de seguir siendo. Messi, el respirador artificial de un país golpeado por la inflación y el desempleo, ponía en hora el reloj argentino. Todo para el pueblo. ‘MaraLeo’.

Por más que insistan, Messi, que no necesita ganar ningún Mundial para ser el mejor jugador que hayamos visto jamás, porque no admite comparación con nadie, apareció cuando debía. Se echó el país a la espalda, apretó los puños y volvió a ser el santo de guardia que jamás se toma un día libre. Justicia divina. La onda expansiva del gol recorrió el planeta de punta a punta. De Buenos Aires a Bangladesh.

Messi es el eterno regreso a la infancia, el fútbol puro, la felicidad completa y el sueño del pibe. Messi es un fenómeno social que no se puede explicar y al que solo se le debe disfrutar. Si Homero hubiera estado presente en el estadio Lusail de Qatar, habría escrito sobre fútbol y sobre Leo Messi. El mejor. 

Lágrimas polacas

Robert Lewandowski, después de anotar 600 goles en toda su carrera, jamás había gritado un gol en una Copa del Mundo. Sus lágrimas tras ‘vacunar’ a Arabia Saudí emocionaron al planeta. No hay nada como un Mundial, como defender a tu país, como hacer realidad los sueños. El fútbol sigue siendo la cosa más importante de las cosas menos importantes.

Poesía y derechos de autor

Francia, vigente campeón, pone un pie en octavos. Su éxito responde a la fórmula ‘AK’: Antoine y Kylian. El primero es una estrella con alma de gregario, un jugador total, ‘cholismo’ puro. El segundo es un ‘9’ con alma de extremo, un búfalo imparable, un ‘Terminator’ del gol. En Francia, Griezmann pone      la poesía y Mbappé cobra derechos de autor.