Leo Messi y los grises de Bartomeu

Bartomeu y Messi, en una imagen de archivo

Bartomeu y Messi, en una imagen de archivo

Ivan San Antonio

Ivan San Antonio

Este artículo no está dedicado a quienes ven la vida en blanco o negro, sino a quienes, pese a la polaridad que lo corrompe todo, siguen pensando que hay esperanza. Los únicos grises malos fueron los que iban porra en mano atizando a quienes no pensaban lo que, quienes mandaban, decían qué había que pensar. A esos ni agua. Puta chusma. 

Arranco diciendo que Bartomeu hizo tantas cosas malas que una moción de censura se lo llevó por delante y que unos mossos trasnochadores buscaron una foto que, quizás, tendrán amplificada si así lo deciden los juzgados. O no. Porque la justicia, aunque en este país no sea garantía de prácticamente nada, debe actuar y la presunción de inocencia es lo único que nos garantiza que no seremos culpables de nada hasta que se demuestre lo contrario. Por lo menos a nivel penal. Pero sí, Bartomeu es culpable de una gestión irresponsable, de inflar un presupuesto con promesas de ingresos que pueden llegar o no. De alimentar a la bestia que supone un vestuario que se lo come todo. Y que siempre tiene hambre. Es culpable de convertir un equipo ganador en un equipo vividor (quienes hicieron la metamorfosis de ganadores a vividores también tienen culpa, aunque suelen salir de rositas). Bartomeu lo hizo, para muchos, todo mal. Pero el todo nunca suele ser verdad. Y no hablo de la gestión del femenino, ni la del baloncesto, ni tan siquiera del balonmano o de lo que quieran ustedes que haya hecho bien, que lo hay. Hablo de Leo Messi. Hablo de que Messi se quiso ir (y sus razones tuvo para ello) por culpa de Bartomeu, pero que, afortunadamente para todos los culés, Messi, si Laporta lo consigue, seguirá, también, gracias a Bartomeu.