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Opinión

Dos lecciones preocupantes... pero oportunas

Robert Lewandowski, contra el Sevilla

Robert Lewandowski, contra el Sevilla / Dani Barbeito

La derrota contra el PSG, con todas las circunstancias que lo rodearon, fue un pequeño golpe de realidad para el FC Barcelona. El conjunto blaugrana afrontó el encuentro ante el campeón de Europa como una oportunidad para conocer su nivel competitivo y, aunque en la primera mitad las sensaciones fueron buenas, tras el descanso no quedó ninguna duda de que, a día de hoy, el cuadro de Hansi Flick aún no está en el mismo peldaño que la obra de arte que ha construido Luis Enrique en París.

Los jugadores del Barça hicieron autocrítica desde el primer segundo y reconocieron que habían sido inferiores al PSG. “Ha sido un buen partido para ver dónde estamos. Tenemos que mejorar, lo sabemos y lo vamos a hacer”, dijo Frenkie de Jong sobre el mismo césped de Montjuïc. “No hay que dramatizar. Simplemente mirar qué hemos hecho mal y corregirlo. Somos un equipo que se crece ante las adversidades”, avisó en zona mixta Ferran Torres. El vestuario estaba contrariado, como no podría ser de otra forma, pero había entendido el toque de atención inmediatamente y ya tenía ganas de trabajar para estar a la altura en futuras ocasiones.

Ningún futbolista culé ‘lloró’ desmedidamente por la segunda amarilla que el colegiado Michael Oliver perdonó incomprensiblemente a Nuno Mendes en un momento decisivo del compromiso ni lamentó que el empate se escapara sobre la bocina, en el 90’ y tras una transición mal defendida, sin reconocer la superioridad rival en el segundo tiempo. Nadie hizo especial hincapié en las importantísimas bajas de Joan Garcia, Raphinha, Fermín y Balde (entró en los últimos minutos), cuatro titulares indiscutibles en demarcaciones muy importantes. Ni en el poco rodaje de Lamine Yamal. Y es que, aunque se haya hablado mucho más de las lesiones de Dembélé, Doué o Kvaratskhelia, el PSG no era el único que llegó a la cita mermado. No se buscaron excusas. Y eso fue una gran noticia.

Antes del parón de selecciones de septiembre, Hansi Flick pronunció una de las frases más célebres que se recordará de su (esperemos que larga) etapa en Barcelona. “Los egos matan al éxito”, declaró después del empate contra el Rayo en la tercera jornada de Liga. El entrenador alemán ya había dejado entrever anteriormente que no estaba satisfecho con la actitud de algunos de sus jugadores y en Vallecas efectuó una advertencia pública que generó el efecto esperado: cinco victorias consecutivas, cuatro en Liga y una en Europa, para enderezar el rumbo y recuperar rasgos futbolísticos del curso pasado antes de la mencionada derrota contra el PSG.

Ayer, en el Ramón Sánchez-Pizjuán, llegó el segundo aviso importante de la temporada. Un Barça desfigurado, desconocido, completó el peor partido de la era Flick y volvió a dejarse puntos antes de la ventana internacional de octubre. El conjunto barcelonista recibió un correctivo por parte del Sevilla, aunque en esta ocasión el míster alemán optó por el refuerzo positivo y lanzó un mensaje de optimismo. "Somos un buen equipo, los jugadores reaccionarán y volveremos. Tras el parón lucharemos por todos los títulos", declaró.

Cuando los futbolistas regresen de las concentraciones con sus selecciones, sin embargo, la exigencia volverá a ser máxima. Saber sobreponerse a los malos momentos es una de las cuestiones que distingue a un buen equipo de un equipo campeón. Hay derrotas que pueden ayudar más que algunas victorias. Los malos resultados ante PSG y Sevilla pueden convertirse en una gran oportunidad para mejorar. Del Barça depende que así sea. Una lección a tiempo, por preocupante que sea, puede ahorrar decepciones futuras.