10 lecciones para la historia

El Barcelona fue protagonista de un remontada histórica

El Barcelona fue protagonista de un remontada histórica / Joan Monfort

Risto Mejide

Risto Mejide

De una remontada cualquiera se puede sacar siempre alguna conclusión para el deporte. De la histórica madre de todas las remontadas se puede sacar un buen puñado de lecciones de vida que ya le gustaría a muchos libros de historia. Yo estas me las llevo para mí. Que cada cual extraiga las suyas. La primera lección es la actitud de ambos equipos. Igual que nunca hay que dar nada por ganado, jamás hay que dar nada por perdido. Ir ganando con miedo es peor que ir perdiendo con coraje. El que sale a conservar el resultado tiene todas las de fracasar. Sobre todo si se encuentra delante a alguien dispuesto a arriesgarlo todo. Si te olvidas de ser valiente cuando estás ganando, abandonas la razón por la que ibas por delante, y lo más normal es que acabes por detrás.

La segunda lección está en los dos primeros goles. Dos goles en los que el caos es fundamental. Como dijo el sabio, si no puedes convencerles, confúndelos. Y ahí estuvimos, confundiendo el área contraria una y otra vez hasta que se obraron los dos goles que jamás pasarán a la historia de los goles bonitos. La belleza no siempre gana y esa es para mí la tercera lección. Vamos por la cuarta. La injusticia del arbitraje. Fundamental si queremos mantener al fútbol como metáfora de vida. El mayor error consiste en pedirle a los árbitros que sean justos, que lo vean todo, o peor, dotarles de objetividad tecnológica. Al fin y al cabo, en la vida siempre estás a expensas de la opinión de alguien equivocado. Sea un jefe, sea un contrincante, sea un padre, ya sea un jurado, ya sea un juez. Si no hay justicia ya ni en la propia justicia. Y aun así, hay que respetar su fallo y sus fallos. Y aun así, hay que ganar.

Y llegamos a la quinta. La ilusión a prueba de reveses. Porque encajar un gol en medio de la euforia fue la prueba de fuego para lo que algunos llamaron fe, y yo llamo, simplemente, la forma que tiene la vida de preguntarte cuánto deseas lo que deseas. Porque la sexta está llena de gente que abandonó el campo cuando faltaban diez minutos para el final. Mientras hay minutos hay esperanza. Tomen nota y quédense la próxima vez. En el campo y en la vida. La séptima es un líder que se carga el equipo y el estadio a sus espaldas. Un loco. Un optimista contra todo pronóstico que agita los brazos animándonos a hacer historia, cuando debería haber sido al revés. Porque un líder tiene la obligación moral de ser optimista. Y de meter esa falta perfecta, y de provocar ese penalti, y de meterlo también. La octava, un equipo que deja de estar donde debería. Un portero que abandona su portería para recuperar balones. Tres centrales ejerciendo de tridente en el momento del último gol. Porque cuando las cosas se ponen feas, la única posición correcta es la que te dicta el corazón. La novena, el autor del último y decisivo tanto. Alguien de la cantera. Joven y presuntamente inexperto. Presunción errónea, una vez más. Y por último, nosotros. Creyendo ahora lo que deberíamos haber creído desde siempre. Despidiéndonos de un Lucho que ni siquiera reclama el aplauso que merece desde hace tanto tiempo.