Las victorias dejan la crisis en letargo

Celebración del gol de Messi

Celebración de Messi / AFP

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

El Barça llega al segundo parón de selecciones en una situación relativamente cómoda. Las cuatro victorias consecutivas (tres en la Liga y una en la Champions) han serenado los ánimos después de dos semanas convulsas, marcadas por los malos resultados (el empate en Dortmund y, sobre todo, la derrota en Granada) y la tensión  desatada entre plantilla y junta directiva.

Como sucede siempre en el mundo del fútbol (y más en el Barça), los triunfos han minimizado una crisis que, lejos de cerrarse, ha entrado en una fase de letargo. Porque las dudas sobre el juego del equipo se mantienen (solo hace falta recordar la primera parte ante el Inter y los 20 minutos iniciales frente al Sevilla) y la distancia entre el vestuario y el palco no se ha reducido más allá de lo que permite el uso de la buena educación. Todo queda en fase de letargo, a la espera de ver cómo sigue evolucionando el proyecto de Valverde.

Los futbolistas son los que han salido más reforzados de estos cuatro triunfos. Porque, también, eran los que estaban más en entredicho. Especialmente Luis Suárez, que de oir pitos ha pasado a protagonizar golazos de crack. La transformación del delantero uruguayo es el mejor síntoma de que los jugadores no están dispuestos a que se dude de su ambición y de su compromiso.

Ellos (y las decisiones valientes de Valverde) han sido los que han conseguido apaciguar a un entorno que ya estaba pidiendo cabezas a finales de septiembre. Este parón de quince días (en el que, afortunadamente, el Barça pierde  menos efectivos que nunca) debe servir para seguir afianzando los pilares de esta temporada. Y, sobre todo, para que Messi acabe ya con su puesta a punto. El golazo de falta ante el Sevilla es su punto de partida.