Las lágrimas de Suárez

Despedida Luis Suárez

Despedida Luis Suárez / sport

Jordi Cruyff

Jordi Cruyff

Hay una máxima universal en el fútbol por la que el jugador y el club nunca están de acuerdo para identificar el momento ideal del fin de su relación. Muchas veces suele haber una distancia considerable entre un futbolista que aún se ve capacitado y un equipo que tiene sus dudas.

La gestión de una salida nunca es fácil, puede ser uno de los momentos más amargos que puedes vivir en una secretaría técnica y en un vestuario. En más de una ocasión me he visto obligado a tragar saliva y aparcar emociones para comunicar a un futbolista que ya no contábamos con él cuando me ha tocado tomar decisiones deportivas. Partiendo desde esa premisa, en la marcha de Luis Suárez, ni en la de nadie, nunca iba a llover a gusto de todos. Y en este caso, había suficientes condicionantes para que fuera incluso traumática.

Me considero un romántico del fútbol y sus lágrimas y esa emoción contenida en su despedida me llegaron al alma. Eso también es el fútbol y forma parte de su pureza, no siempre presente en el día a día de este deporte-negocio: el sentimiento de pertenencia a un club al que aspiraste a ir desde pequeñito y la despedida de un vestuario donde has cosechado amistades para toda la vida. Y entiendo el dolor que se siente cuando te dicen que ya no vales y te tienes que largar. Es lo más natural en un ganador nato como el uruguayo.

Estoy convencido de que Suárez afronta esta temporada supermotivado, como demostró ayer ante el Granada, y que hará un muy buen año en el Atlético de Madrid si le respetan las lesiones. Los rojiblancos han hecho un gran fichaje: un futbolista herido y con ganas para demostrar quién es. Sin duda, esa rabia interior solo ayudará a mejorar sus prestaciones.

Encaja como un guante en este Atleti de Simeone. Y también entiendo las reticencias del Barça a la hora de haber intentado evitar que se fuera a un competidor y preferir que acabara en Italia. Tener a tu exdelantero como rival, y que pueda ser decisivo, sería un escenario incómodo.

Fue una decisión con dudas y cada vez que meta goles o protagonice actuaciones destacadas como ayer se reavivará el debate de si el Barça acertó o no. Es el precio a pagar si traspasas a un jugador a un rival directo. Pero moralmente el club no podía evitar que el delantero pudiera decidir su destino una vez que no lo quería en sus filas. El jugador siempre elige. Y un Suárez con sensación de revanchismo puede ser duro.

El 2-8 contra el Bayern en Lisboa marcó el inicio de lo que está pasando ahora. Una operación salida que inevitablemente iba a dar lugar a decisiones dolorosas. El Barça se ha librado de una salida de Messi que hubiera supuesto un vacío irreparable.

No es nuevo su dolor y la frustración que le genera la falta de éxitos deportivos. El club y Koeman tienen un duro trabajo por delante para manejar ese descontento, pero no dudo de que el argentino se va a dejar la piel en el campo. El Barça ayudaría evitando el excesivo ruido exterior de la temporada pasada, algo que será difícil de manejar con el futuro de Messi en el aire mientras no haya renovación y los cambios que se prevén en la directiva en año electoral.