Las estadísticas, como las veía Lillo

Juanma Lillo, durante su presentación con el Kobe

Juanma Lillo, durante su presentación con el Kobe / VISSEL KOBE

Jordi Costa

Jordi Costa

Entre todas las estadísticas que iluminan el dominio incontestable del Barça en la Liga, hay un dato que llama la atención y que, a la vez, no significa mucho: el equipo de Valverde, con una media del 64% de posesión, también ha dominado el campeonato en este apartado. Y no significa mucho porque, a diferencia de anteriores versiones del Barça, tener un índice tan alto de balón no le sirve ahora ni para defenderse lejos de la portería propia, ni para generar desequilibrios a través del ritmo de circulación.

Si el Barça ha sido seguro defensivamente -y lo ha sido mucho, Liverpool a parte, en la segunda mitad del ejercicio- se debe al orden posicional cuando no ha tenido el balón, con la disposición en dos líneas de cuatro que ya instauró Luis Enrique y que ha mantenido Valverde, aunque varios metros más atrás. Y si el equipo ha llegado a 90 goles -la peor cifra anotadora de la última década- ha sido gracias al poder realizador de un Messi que también ha dominado todas las estadísticas posibles y que, a sus 32 años, sigue rindiendo como  un reloj.

A pesar de haber disfrutado de uno de los mejores equipos de la historia en cuanto a gestión eficiente del balón, todavía hay muchos culés que siguen mirando la estadística de posesión de cada partido como si ello explicara el dominio ejercido sobre el encuentro, sin tener en cuenta, por ejemplo, si la tenencia del balón ha sido en campo propio o en el contrario. Por eso les cuesta comprender, y en consecuencia lo ridiculizan, que el Barça se llevara cuatro goles de Anfield habiendo tenido la pelota el 57% del tiempo, cuando en realidad la posesión es sólo un dato que no puede medir la voluntad de llevar la iniciativa de los partidos. Y en eso, el Barça ha dado un evidente paso atrás y se ha convertido en un equipo terrenal.

Cuando alguien intenta frivolizar los datos para cargarse de argumentos, y en este caso acusar de dogmáticos y nostálgicos a quienes defendemos que el Barça debe obligarse a ser protagonista de los partidos, siempre me viene a la cabeza una frase de Juanma Lillo que definía las estadísticas como un tanga: sólo deja ver las cosas menos importantes.

Es cierto que no ha sido un buen año para los entrenadores -Setién, Berizzo, Lopetegi, Eusebio o Bielsa- que pretenden gobernar los encuentros, pero haría bien el Barça en no escudarse sólo detrás de las estadísticas para explicar su fútbol. Se trata de ganar, claro, pero los números sin relato son tan fríos como esta Liga.