El carisma, ¿sín límites?, de Laporta

Laporta, en el acto

Laporta, en el acto / Javi Ferrandiz

Albert Sáez

Albert Sáez

Mucha gente me ha comentado estos días, desde dentro y desde fuera de la burbuja futbolística y desde dentro y desde fuera del laportismo, el discurso en su toma de posesión de Joan Laporta. A ese magnetismo, a esa capacidad de atraer hasta el punto de seducir, los clásicos le llaman carisma. El nuevo presidente lo ha exihibido poco en la campaña electoral porque sus asesores pensaron, quizás con razón, que le podría jugar una mala pasada. Pero en las primeras semanas tras la elección, Laporta ha vuelto a ser Laporta y ha exhibido ese carisma en diversas situaciones. Lo hizo en el trance de la eliminación de la Champions en París.

Y se ha tenido que emplear a fondo para conseguir el aval a tiempo tras la marcha de Jaume Giró. La historia de cómo han llegado al aval y a la junta José Elías y Eduard Romeu demuestra lo que puede conseguir el actual presidente cuando se trata sacar al Barça de una situación complicada. Cuesta en caso contrario entender las razones que han llevado a estos inversores con pinta de protagonistas de la serie Billions a jugarse parte de su patrimonio en esta aventura. Más fácil es atisvar las razones de Jaume Roures para hacer lo mismo aunque sería deseable que se pudiera liberar de esa obligación antes de la próxima negociación de los derechos de televisión del club puesto que, en caso contrario, podría parecer que sería juez y parte.

Cómo se vio el miércoles, la continuidad de Messi depende hoy en buena medida del carisma de Laporta, de cómo agite el cóctel entre la oferta económica, las garantías de que el equipo será competitivo y el vínculo emocional con el club y la afición. De hecho, lo mejor que podría pasar para convencer al crack de que se quede es que el público pueda volver al estadio, aunque sea con un aforo reducido. Si Laporta consigue que Messi se quede en condiciones razonables entonces tendremos que decir que su carisma no tiene límites.