Si Koeman revaloriza el equipo, se ganará la continuidad

Koeman, con Ansu Fati durante el partido

Koeman, con Ansu Fati durante el partido / sport

J.Mª Casanovas

J.Mª Casanovas

Koeman llegó al Barça como un parche de urgencia para taponar la sangría de críticas que provocó la goleada de la final de la Champions. Después del error de cesar a Valverde a mitad de temporada cuando eran líderes y del fiasco de Setién, se necesitaba un técnico de prestigio para intentar remontar el vuelo. El autor del gol de la primera Copa de Europa del Barça fue el elegido, un técnico con carisma y dotes de mando al estilo Cruyff.

Han pasado solo dos meses y el entrenador holandés está dejando huella. Hicieron un partidazo contra la Juventus, no se casa con nadie, ha subido claramente el nivel de exigencia en los entrenamientos, habla claro en las ruedas de prensa y se está ganando la confianza de la afición. Koeman es mucho más que un parche. Si consigue rejuvenecer y revalorizar un equipo viejo y acomodado, será un hombre de futuro en el Camp Nou. No le tiembla el pulso a la hora de tomar decisiones, está llevando a cabo un cambio generacional y ha logrado que Messi sea un aliado suyo. Koeman es mejor de lo que muchos creían y, además, tiene a favor que conoce el entorno Barça. Sabe que solo se tiene que preocupar de lo que él pueda resolver.

Si la experiencia es un grado, Koeman ha llegado al Barça en su madurez después de un largo periplo de veinte años en los que ha sido entrenador de nueve equipos y la selección holandesa. Una de sus facetas mas importantes es que siempre ha confiado en la gente joven dando oportunidades a promesas que luego fueron figuras. Cuando estaba en el Ajax en el 2001, fichó a un desconocido de 19 años llamado Ibrahimovic procedente del Malmoe. Cuatro después lo traspasaron a la Juventus por una millonada. También dio la alternativa a dos promesas de la cantera, Sneijder Van der Vaart, que llegaron lejos. En el Valencia prescindió de los veteranos Albelda Angulo para confiar en Banega, recién llegado del Boca Juniors con 19 años, y apostar por un desconocido Juan Mata. En el Southampton (2014) hizo crecer a Mané Van Dijk, que luego fueron vendidos por 125 millones al Liverpool. Por último, en la selección holandesa tomó el mando tras no clasificarse para el Mundial de Rusia y renovó la naranja mecánica con De Jong De Ligt como estandartes.

Hay que recordar que a Koeman no le han traído los refuerzos que pedía en verano, un delantero centro y un central. Se las apaña con lo que tiene y ha demostrado buen ojo clínico recomendando el fichaje de Dest, un lateral de 19 años que se ha ganado la titularidad. Su apuesta esta temporada es rejuvenecer el equipo y, en este sentido, Ansu Fati Pedri le están dando la razón. Entre los dos costaron 5 millones y rinden mucho más que otros jugadores pagados a precio de cracks. Trincao, con 21 años, está en la recamara para demostrar que la juventud y la fuerza tienen mas valor en el fútbol actual que la fama. De Jong Dembélé, ambos con 23 años, son fiel reflejo de un cambio generacional obligado si tenemos en cuenta lo que pasó el año pasado. Este es el camino a seguir, confiar en la juventud y La Masia recuperando a Dembélé, que ya no se lesiona. El mejor negocio que puede hacer el Barça esta temporada es revalorizar la plantilla con jugadores jóvenes que devuelvan la ilusión a la afición. 

EL TRISTE FINAL DE BARTOMEU

Bartomeu es un caso típico de aquellos directivos, políticos o jefes que por alargar más de la cuenta su mandato acaban teniendo una mala salida. Cuando llegó el covid y solo le quedaba un año en el cargo, le faltó visión para convocar elecciones antes de que le atropellaran los números. Ha hecho cosas buenas, sin duda, pero debería hacer autocrítica. Desde que ganó las últimas elecciones, 2015, el equipo no ha conquistado ninguna Champions teniendo el mejor jugador del mundo. El presidente se ha ido en contra de su voluntad, forzado por una presión política que ha convertido la moción de censura en su tumba sin llegar a las urnas. El presidente del Barça no merecía un final tan triste y convulso. El pasado lunes decía que no había motivos para dimitir y, al día siguiente, decía que su dimisión era una decisión serena, consultada y acordada. Todo muy rocambolesco, en 24 horas pasamos de una dimisión forzada a una gran victoria en Turín. Al final le faltó valentía para plantar cara a la Generalitat y retrasar la moción quince días. El avance de la pandemia le hubiese dado la razón, ya que hoy es evidente que no se hubiese podido votar libremente y todavía sería presidente. De la misma manera que si hace un año hubiese prescindido de su asesor de cabecera, Masferrer, probablemente se hubiese evitado los problemas que le han llevado a un callejón sin salida. La Comisión Gestora ha sido lo primero que ha hecho con el apoyo unánime del comité de empresa, cesar al ejecutivo que puso en marcha el ‘Barçagate’.