Sí, Koeman tiene razón: Messi lo disfrazaba todo

Leo Messi celebra un gol con el Barça

Leo Messi celebra un gol con el Barça / VALENTÍ ENRICH

Ernest Folch

Ernest Folch

El vendaval del comunicado dejó ayer en un segundo plano unas trascendentes declaraciones de Ronald Koeman en un canal holandés. Preguntado sobre los últimos tiempos convulsos en el Barça, el técnico de repente se sinceró: “Messi lo disfrazaba todo”. La frase es honesta y denota además un punto de autocrítica: el “todo” que tapaba Messi empieza por el mismo Koeman, que sin el ‘10’ se ha quedado desnudo y a la intemperie.

Nunca sabremos qué hubiera sido de Valverde, Luis Enrique, Tito o del mismísimo Pep sin Messi, pero lo podemos sospechar. En el césped, el “todo” que disfrazaba Messi se resume en unas cifras escalofriantes (35 títulos, 672 goles, cinco Botas de Oro, seis Balones de Oro, siete Pichichis), que ayudaron a encubrir múltiples fichajes calamitosos, una planificación deportiva errática e improvisada y las sucesivas y ridículas crisis institucionales que se fueron sucediendo durante la última década. 

Messi tapó el fiasco de Ibrahimovic con 53 goles, disfrazó la marcha de Neymar y el fracaso de Dembélé y Coutinho con 54 goles, y disimuló la inadaptación de Griezmann con 51 goles. En febrero de 2020, tres días después de que estallara el vergonzante ‘Barçagate’, Leo marcó ¡cuatro! goles ante el Eibar, una tónica que se repitió a lo largo de su memorable carrera. Y es que Messi tapó la dimisión de Rosell, la crisis de Anoeta, sus cinco directores deportivos (con sus respectivas destituciones), constantes dimisiones de directivos, ruidos de sables y juegos de tronos, y por supuesto la última moción de censura (con más de 20.000 apoyos), que no se entendería sin el célebre burofax.

Para disfrazar, hasta disfrazó las últimas elecciones, en las que su mera presencia en el Camp Nou ya se interpretó como un apoyo al entonces candidato Joan Laporta, que luego le echó. La paradoja es que Messi tapaba tantas cosas que terminó, sin quererlo, haciéndose daño a si mismo: al final, sus goles sirvieron más para aplazar las reformas que para impulsarlas. A cada crisis se ha pronunciado dentro del club, durante todos estos años, con diferentes directivas y ejecutivos, la misma frase: “el domingo lo arreglará Leo”. 

Y llegaba el domingo, y efectivamente lo arreglaba. Ahora Messi, desgraciadamente, ya no puede arreglar nada. El resultado es el que todos vemos ahora: equipo sin rumbo y un club desconcertado. No vale que algunos se hagan ahora los sorprendidos.