Koeman merece un gesto de la afición del Barça

Koeman, durante una sesión de entrenamiento

Koeman, durante una sesión de entrenamiento / EFE

Javier Giraldo

Javier Giraldo

Hay entrenadores que son empresas en sí mismos y otros que saben representar a un club las 24 horas del día: entrenadores espectáculo y entrenadores de club, podríamos decir.

Algunas de las frases de Brian Clough reflejan fielmente eso del entrenador espectáculo. “Pueden tirar a la basura todo los títulos que han conseguido hasta ahora, porque todos lo han ganado de manera ilícita”, les dijo a los jugadores del Leeds tras hacerse cargo del equipo, lógico que solo durase 44 días en el banquillo. Cuando lo echaron, dijo que era un día espantoso... para el Leeds. 

José Mourinho también responde a ese perfil: el mundo se tiene que adaptar o ellos y si no es así, es que el mundo está equivocado. No hay más. “Dicen que Roma no se construyó en un día, pero fue porque no me encargaron a mí el trabajo”, fue otra de las perlas de Clough.

Escalofríos

Es imposible imaginar a Koeman en un rol así: el neerlandés representa a la perfección el modelo opuesto, el entrenador de club que se amolda a todo, que sabe anteponer los intereses del club a su propio ego y que solo se queja en público cuando la ocasión lo requiere. 

Da escalofríos repasar todo lo que ha tenido que soportar Koeman: llegó en plena pandemia, se bajó el sueldo, se le lesionó Ansu, vivió una campaña electoral de locos, Laporta le buscó un sustituto sin demasiados reparos, el club está en números rojos y para colmo, Messi se va al PSG. 

Aun así, ni una mala palabra, ni un mal gesto ni una queja: Koeman se ha adaptado a la situación como plastilina en manos de un crío; con un discurso realista y natural, sin euforias ni dramas. Su mejor gol siempre será el de Wembley, pero el que lleva marcando desde su llegada al banquillo también merece un aplauso unánime