Koeman, carácter sin cintura

Koeman esperó al colegiado para mostrarle su profundo malestar

Koeman esperó al colegiado para mostrarle su profundo malestar / ESPN

Rubén Uría

Rubén Uría

CARÁCTER SIN CINTURA. 

Ronald Koeman tiene un carácter más fuerte que el vinagre, no rehúye las preguntas en sala de prensa y no se deja llevar por el politiqueo. Me gusta. Sin embargo, el día que debía mostrar pizarra, suspendió de manera flagrante. Su plan fue un completo desastre: Dejó sin clásico a un tipo de la jerarquía de Griezmann-, metió a Pedri en la derecha cuando su rol es de mediopunta y no extremo (¿Trincao?), volvió a apostar por Busquets cuando ya no tiene piernas para el ida y vuelta – pregúntense por qué quería a Wijnaldum- y cuando quiso reaccionar, Zidane le había comido la merienda. A Koeman le sobra carácter, pero le falta cintura.

ZIDANE RESURRECCIÓN.

Leí en las redes sociales una reflexión de un ingenioso aficionado (@MisterKiteATM) sobre Zinedine Zidane. Decía que criticarle es como declararse ateo ante Jesucristo. Al principio se dice que no es el Mesías, que es un simple carpintero y que sanar al leproso fue cosa de San Pablo, pero cuando te resucita al tercer día, uno acaba haciéndoselo encima. No es que Zidane camine sobre las aguas, pero siempre sabe del barro que el destino le haya preparado. Ante el Cádiz, potro de tortura. Ante el Shaktar, crucifixión. Y ante el Barça, al tercer partido, resurrección. Sin nada del otro mundo, con orden y eficacia, hizo su particular milagro de cada día: salió de la crisis con una facilidad pasmosa y acabó profanando el Camp Nou.

TIROTEAR A GRIEZMANN, DEPORTE OLÍMPICO.

Podía no encajar en el dibujo del Barça y eso lo veía un ciego, porque un equipo que tiene a Messi no necesita otro Messi, pero Bartomeu tuvo un ataque de orgullo y pagó 120 millones para vender cupones a bastonazos. Ha hecho goles importantes, tiene mejores cifras que juego, se desmarca y lo intenta siempre, pero es diana fácil. Si juega, paga los platos rotos. Si no juega, paga toda la vajilla. El barcelonismo juega a los dados con Antoine: Si saca del uno al cinco, le cae un palo. Y si saca seis, vuelve a tirar. Es injusto.