Justo castigo para el irresponsable Djokovic

El tenista serbio Novak Djokovic.

El tenista serbio Novak Djokovic. / LOREN ELLIOTT

Lluís Mascaró

Lluís Mascaró

La humanidad lleva dos años luchando contra una terrible pandemia que ha causado millones de muertos en todo el mundo y ha cambiado nuestras vidas, posiblemente, para siempre. El COVID-19 no es una simple gripe. Ni un virus creado en un laboratorio. Es una grave enfermedad que ha sembrado la tristeza en todo el planeta. Afortunadamente, la ciencia ha sido capaz de crear, en un tiempo récord, unas vacunas que no evitan la infección pero que sí mitigan los efectos más graves de la misma.

Los contagios siguen creciendo a un ritmo aterrador, por culpa de la variante Ómicron, pero los ingresos en las UCIS y los fallecimientos claramente se han frenado. Y eso es, por supuesto, gracias a esas vacunas que están salvando miles de vidas. Por eso no entiendo la actitud de los negacionistas. Ni la de los que avalan teorías conspiranoicas. Los hospitales están, desgraciadamente, llenos de enfermos. Y todos hemos perdido a un familiar, un amigo o un conocido por culpa del coronavirus.

Los médicos son rotundos: las vacunas son el mejor remedio (por el momento, el único) para frenar la pandemia. Y los que se oponen a la vacunación solo demuestran su ignorancia y su irresponsabilidad. Sin embargo, tienen la suerte de que en la mayoría de los países no es obligatoria, por lo que pueden optar libremente por su elección de no vacunarse. Aunque sea tremendamente insolidario. Pero lo que no pueden hacer los negacionistas es saltarse las leyes. Como ha pretendido Djokovic.

El serbio puede ser el mejor tenista del mundo, pero es un impresentable. Y merece haber sido deportado. No podrá disputar el Open de Australia (donde defendía título) y, probablemente, tampoco podrá participar en los otros tres Grand Slam: Wimbledon, Roland Garros y US Open. Ha querido engañar a las autoridades australianas (con el castigo que eso comporta), actuando con la desfachatez propia de los prepotentes. Siempre he pensado que Djokovic es un extraordinario tenista, pero que jamás ha sido un ejemplo de deportista. Y no quiero entrar en comparaciones con Nadal o Federer.

El serbio se ha instalado en su personaje de antisistema y lo ha llevado hasta límites intolerables. Porque con su actitud inconsciente ha puesto en peligro la salud de otras personas y ha dado pábulo a los negacionistas, que lo han adoptado como su nuevo referente, su héroe. La expulsión de Djokovic de Australia es una gran noticia. Porque con la pandemia no se juega.