Palabra de Director

Jugar el clásico en el Bernabéu sería adulterar la Liga

Messi y Sergio Ramos, en un clásico

Messi y Sergio Ramos, en un clásico / JAVI FERRÁNDIZ

Ernest Folch

Ernest Folch

Ante la sorpresa general, la Liga decidió ayer pedir a la RFEF una medida sin precedentes: el cambio de sede de Barcelona a Madrid del clásico del próximo día 26 amparándose en una hipotética alteración del orden público el día el partido. El Barça recibió ayer la petición vía Comité de Competición y respondió de manera tajante lo único que podía decir, que es un sonoro y claro “No”. El episodio es realmente chocante, empezando por el hecho que la Liga no comunicó previamente este movimiento tan trascendente a ninguno de los dos clubs implicados, que lo conocieron por la prensa.

Es comprensible que si llegado el caso no se dan las condiciones mínimas de seguridad, y la autoridad policial así lo certifica, se planteen diversos escenarios, que vayan desde un sensato cambio de fecha o hora (que la Liga ya le ha denegado al Barça) hasta un aplazamiento del partido, siempre y cuando sea justificable.

Pero lo que es realmente surrealista es que la Liga plantee un cambio de sede a diez días vista del que es probablemente uno de los cinco grandes acontecimientos deportivos a nivel mundial, sin conocimiento previo de Barça y Madrid, con todas las implicaciones que tiene desde el punto de vista de gestión de entradas, hoteles, recaudación, movimiento de personas, etc.

Se trata, en definitiva, de una petición tan absurda que necesariamente esconde en sí misma intenciones dudosas, como puede ser lanzar una patata caliente a Rubiales en el marco de la guerra entre Liga y Federación, o poner la venda antes de la herida y cubrirse con un “yo ya lo decía” en caso de que haya algún incidente.

Es de sentido común anteponer la seguridad a cualquier otra consideración, y por lo tanto nadie discutirá que, a última hora, si se da el caso, el partido pueda moverse o aplazarse. Pero plantear un cambio de sede, del que no hay ni un solo precedente en toda la historia de la competición, a falta de tan pocos días para el partido, suena más a maniobra que a una medida mínimamente creíble y efectiva. Un cambio que, entre otras muchas cosas, sería una adulteración manifiesta de la competición. El Barça hizo muy bien dando un sonoro portazo a semejante insensatez.