El juego de los despropósitos

El entrenador es siempre el primero en pagar los platos rotos

El futuro de Valverde apunta lejos del banquillo del Camp Nou

El futuro de Valverde apunta lejos del banquillo del Camp Nou / afp

Gerard López

Gerard López

El entrenador es siempre el primero en pagar los platos rotos, el eslabón más débil, la víctima ideal para desviar la atención o para cargar un muerto a los errores, pero vamos a intentar profundizar porque esta situación que acaba con la destitución de Valverde va más allá de la simple destitución de un entrenador.

Primero debo decir que me sabe mal por Ernesto con quien tengo una buena relación desde el año en el que trabajé con él. Las formas de su despedida no han sido correctas y no olvidemos que deja tras de sí un palmarés de cuatro títulos en dos años y medio, que no está nada mal. El club no le ha tratado con la misma honradez que él siempre ha defendido al Barça, faceta en la que ha sido ejemplar.

A Valverde Roma le hizo daño, Liverpool hurgó en la herida y la Copa del Rey fue la guinda. Pese a esto, el club le mantuvo. No puedes empezar la temporada con alguien con el que has perdido la confianza.  Y si no lo echaste entonces ¿Por qué ahora que estás vivo en las tres competiciones que aspiras desde inicio de temporada?

Presidencialista

El Barça es un club cada vez más presidencialista que carece de un proyecto de futuro con sentido. La historia reciente está llena de víctimas que solo han servido para tapar estas deficiencias: fichajes millonarios para ilusionar a la afición (Coutinho, Dembélé), salidas por la puerta de atrás (Neymar), directores que han desaparecido (Albert Soler), secretarios técnicos cesados (Zubizarreta, Robert Fernández, Pep Segura), vicepresidentes deportivos que han dimitido (Jordi Mestre) y, para redondearlo: puertas que has intentado abrir sin éxito (Carles Puyol, Jordi Cruyff…). 

Es todo un parche detrás de otro en diferentes partes de la estructura del club para dar, como se dice en el rugby, “una patada a seguir” con el único objetivo de ganar tiempo, de ganar metros.

Sin embargo, ninguna decisión va en una línea clara sobre qué camino quiere tomar el club. Y así estamos, echando a un entrenador a mitad de temporada yendo primero en Liga y Champions. En la estructura deportiva no hay criterio, ni plan de futuro, ni de visión. La primera resultadista es la propia directiva, capaz de llamar un día a la puerta de Xavi y otra a la de Pochettino, dos polos opuestos en su visión futbolística.

El error del viaje

Quedará la duda si  llamas a Xavi porque crees en él o lo haces con un fin  electoralista para desconectar a tu rival número 1 como es Victor Font. Fueron  dos emisarios en vez de hacerlo el propio presidente, teniendo en cuenta la dimensión que entraña dicha misión. Y se llevan un chasco del técnico.

Koeman o Robert Martínez, otros culés también pretendidos como alternativas, siguieron el mismo camino de Xavi y prefirieron  dirigir a sus selecciones en la Eurocopa de este verano en vez de aprovechar un tren que quizás no volverá a pasar en su carrera. Es extraño este desapego al Barça, cuando es (o era) una entidad única en el mundo.

Y cuando el plan B, C o D te ha dado calabazas, te encuentras sin salida, piensas en un entrenador de la casa en el que no crees o un entrenador  que llega para seis meses, a no ser que logre títulos que están al alcance. Y seguramente con la intención de cambiar los cánticos que escuchó en el Villamarín por  aplausos que  espera en el Barcelona si es capaz, en poco tiempo,  de plasmar la idea futbolística que siempre ha dicho que admira tanto.