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Opinión

Joan Garcia: hiperventilación y derecho a ofenderse

Joan Garcia, con la camiseta del RCDE

Joan Garcia, con la camiseta del RCDE / RCDE

Conviene, siquiera de vez en cuando, intentar ponerse en la piel de los demás: en este caso, en la de un aficionado del Espanyol que ve cómo su portero titular, el mejor futbolista de su equipo, cambia de aires para irse al Barça. ¿Cómo gestionar ese torrente de emociones? ¿Cómo reaccionar?

Entre la hiperventilación y el derecho a la ofensa hay mil matices, tantos como aficionados del Espanyol que durante estos días viven tiempos complicados.

¿Cuál es la reacción más sana, justa y equilibrada a la decisión de Joan Garcia? No hay una respuesta clara: el fútbol suele escaparse de lo racional, y ahí reside buena parte de su encanto. 

Cuentan en el Espanyol que hasta última hora, Joan Garcia aseguraba a quien quisiera escucharle que se iría a la Premier. Que lo del Barça eran habladurías, rumores, cosas de periodistas. Que, como mucho, era una manera de tensar las negociaciones, de que el Espanyol pudiera arañar un par de millones más cuando el futbolista hiciera las maletas y se metiera en un avión rumbo a Inglaterra.

En cambio, el giro de guion pilló a los trabajadores del Espanyol con el pie cambiado. Y más aún a los aficionados pericos, que estos días andan atónitos, desubicados. No es para menos. Son muchos los que se sienten ofendidos y traicionados: si uno cree en la inocencia de los sentimientos futboleros, en esa candidez del niño que se deja seducir por unos colores, es perfectamente comprensible que esa sensación se extienda entre los pericos.

Pero si uno conoce mínimamente el mundo del fútbol -negocio global y milmillonario en el que cada vez hay menos sitio para lo romántico, en el que ya no hay aficionados, sino clientes- ya no se deja sorprender tanto. 

El mal rollo que invade a los pericos se irá disolviendo: no queda otra. Habrá un repunte notable cuando el Barça deba visitar Cornellà, y es lógico que así sea, pero lo mejor para el Espanyol es saber cerrar la carpeta de Joan y pensar en el futuro. Conviene más dedicar la energía y el tiempo a pensar en el nuevo portero, más que a maldecir al que se ha ido.