Injusticia con Luis Enrique

Luis Enrique reconoció el estilo de Dani Olmo

Luis Enrique reconoció el estilo de Dani Olmo / EFE

Ernest Folch

Ernest Folch

La dolorosa derrota en Zagreb de la selección española ha provocado una previsible tormenta de críticas, que vuelven a demostrar que el fútbol es adicto al cortoplacismo y al último resultado. Ante Croacia se vieron deficiencias notables, defensivas por encima de todo y especialmente en la portería, donde De Gea sigue siendo incapaz de justificar por qué se le da tanta confianza a pesar de sus cada vez más evidentes carencias. Sin embargo, es tramposo aislar los dos últimos tropiezos de la Roja sin ponerlos en una perspectiva mucho más amplia. Porque para entender qué sucede en Zagreb hay que remontarse otra vez al Mundial de Rusia, donde más allá del fichaje de Lopetegui que desestabiliza el grupo y facilita la temprana eliminación, se constata entonces que el juego del equipo se ha parado, y además se agota definitivamente la generación dorada que le dio los grandes títulos.

En aquel momento hace falta una revolución: por eso Rubiales contrata acertadamente Luis Enrique, para que sacuda profundamente el equipo. ‘Lucho’ inicia su revolución, verticaliza el juego, da entrada a sangre nueva como Saúl, Ceballos o Sergi Roberto, y se encuentra al principio con buenos resultados, incluso exageradamente buenos como el 6 a 0 ante Croacia. Hasta que llega Wembley, se da un baño de realidad ante Inglaterra y finalmente vuelve a caer ante Croacia, en un partido que podría haber ganado cualquiera de los dos.  Evidentemente Luis Enrique ha cometido errores, el más gordo sin duda prescindir al principio innecesariamente de Jordi Alba, pero que ha sabido rectificar. Ahora bien: se reclamaba un cambio de mentalidad, y se ha visto a velocidad récord. Se reclamaba una evolución del fútbol, y se ha producido. Se reclamaba sangre nueva, y ha entrado. Que ya no estén Puyol, Xavi, Villa, Iniesta o Silva no es culpa de Luis Enrique. Como tampoco lo es la retirada de Piqué, al que se le echó de la selección por culpa de un ambiente insoportable y constantes pitidos muy bien cocinados por los mismos que ahora se quejan de la debilidad defensiva. Cualquier proyecto necesita tiempo y paciencia para asentarse. Masacrar ahora al seleccionador a lomos de la última derrota es oportunista e injusto.