Opinión

Íñigo Martínez lanza un aviso

El central vasco fue muy claro tras el empate ante el Atlético: o vamos a todas o esto no va

Iñigo Martínez marcó el 3-2 ante el Atlético de Madrid

Iñigo Martínez marcó el 3-2 ante el Atlético de Madrid / Valentí Enrich

Iñigo Martínez no sonrió ni una sola vez atendiendo a la prensa tras jugar contra el Atlético. Se tocaba la nariz, se ponía serio, se tomaba un par de segundos antes de responder, reflexionando sobre la pregunta... No estaba enfadado, sí disgustado.

Mientras los aficionados al fútbol a los que el Barça y el Atlético les da igual seguían relamiéndose tras degustar un partidazo de época, el central andaba con la mosca tras la oreja. Le gustaron, como a todos, esos 75 minutos que son ya una de las odas al fútbol más bestias y brillantes que se hayan visto en Montjuïc, pero su ADN mantiene vivo ese gen que no le dejó disfrutar ni un solo momento del espectáculo. No estaba, hablando mal, para hostias. Nada que celebrar, que eso es para quienes pagan una entrada llegados de Japón o para quienes cumplen con la palabra de Tebas y se gastan la pasta sin pirateos.

Iñigo Martínez en el partido de Copa frente al Atlético de Madrid

Iñigo Martínez en el partido de Copa frente al Atlético de Madrid / VALENTÍ ENRICH

El de Ondárroa estaba de mala leche y le costaba disimular ese punto agrio. Se notaba que se mordía la lengua y ni siquiera cuando dijo “veo de cara la eliminatoria” o “este partido podía haber terminado en un 6-2 tranquilamente” supo hacer desaparecer ese ceño fruncido que escondía el malestar que le produjo la pájara inicial y final del equipo. Íñigo Martínez no es de ese tipo de personas a los que se les llena la panza por haber ganado mucho ni de los que mira hacia otro lado ante la incompetencia ajena que provoca males en su propia competencia, sino de los que han llegado donde están por talento, sí, pero, sobre todo, por habérselo currado mucho. Tanto que no está dispuesto a echar por la borda todo ese trabajo. Este tío, que es un jefe nato, un líder construido a sí mismo que ha llegado al Barça en el momento justo, sabe que está ante la oportunidad de su vida y no va a permitir que nadie se relaje. Ni diez ni cinco ni un minuto. Cero. Íñigo Martínez juega para él y, por eso mismo, lo hacer por y para el equipo, algo que pide, con la misma autoexigencia, al resto. 

“Cuando bajamos un poco, sufrimos; debemos estar concentrados los noventa minutos”, dijo también, alejado de la posibilidad del 6-2, unas declaraciones que, por muy tópicas que parezcan, cuando suenan con la voz de quien está construyendo una pareja de centrales asombrosa junto a Cubarsí, lo hacen contundentes. El Barça lo hizo todo ante el Atlético, los aciertos y los errores. Quien propone sabe que todo lo que ocurre pasa por él y que ganar depende de sí mismo, mientras que quien vive del error ajeno nunca tiene nada que perder. El Barça, desde antes incluso de la llegada de Cruyff, eligió el primer camino, el que permite trascender en la victoria y volver a construirse desde la derrota con la convicción de quien se ve a sí mismo capaz de todo. Ahí están Íñigo Martínez, Raphinha, la gran mayoría de los canteranos, Pedri... El que tenga dudas, el que no se sienta fuerte, que coja la puerta; este viaje solo se recorre desde la grandeza.