Iniesta, Messi y La Masia

Iniesta hace las maletas rumbo a Japón

Iniesta hace las maletas rumbo a Japón / AFP

Joan Mª Batlle

Joan Mª Batlle

En los últimos días días se ha recordado mucho el primer día de un niño llamado Andrés Iniesta en el Barça. Un niño de doce años que el 16 de septiembre de 1996 se trasladó de Fuentealbilla a Barcelona en un Ford Orion azul acompañado de sus padres y de su abuelo. Era el comienzo de una historia que va mucho más allá del fútbol, pues se trata de la vida misma, de la vida de un niño que tenía que dejar su familia, sus amigos, su pueblo, para formarse como futbolista y como persona. En aquellos momentos era más importante la persona que el futbolista, de esto no creo que ningún padre tenga ninguna duda. Tampoco la tenían, segurísimo, los padres de Andrés y por eso escogieron el Barça, que les ofrecía las máximas garantías de que su hijo encontraría en La Masia una nueva familia en la que crecer como hombre y como persona, atendiendo a los mismos valores que todas las familias queremos enseñar a nuestros hijos. También les garantizaban el acceso, el seguimiento y el control de los estudios para la correspondiente formación académica de Andrés. Es decir, primero el niño, el futuro hombre antes que el futuro futbolista. Es ahí donde La Masia, la escuela de vida y de futbolistas que el Barça puso en marcha en 1979 y que ha sido capaz de desarrollar y convertir en un modelo de éxito, adquiere su verdadera razón de ser. Es ahí donde el Barça ha sacado ventaja a sus rivales, antes el hombre que el futbolista, convencidos de que a partir de formar mejores hombres formaremos mejores futbolistas. No son solo palabras bonitas, créanme. La humildad, el esfuerzo, el compromiso, el respeto a las normas y al adversario, la deportividad van muy unidos al balón. Y aún más, al buen trato del balón, a la adaptación, desarrollo y ejecución de un estilo de fútbol que antepone la técnica a la fuerza bruta, el arte y el espectáculo a los malos modos. En La Masia enseñan a ganar, claro que sí, pero no a ganar de cualquier manera. No todo vale, ni en la vida ni en el fútbol. Iniesta es el gran ejemplo de ello. 

EL EJEMPLO

No se trata de hacer ciencia ficción, pero hay elementos de juicio suficientes, y suficientemente importantes, como para concluir que Iniesta hubiera sido un futbolista distinto de no haber emprendido aquel viaje de Fuentealbilla a Barcelona en 1996. Hay muchos testimonios, pero ninguno tan definitivo como el de Messi, que no en vano llegó desde más lejos y consiguió convertirse en el mejor futbolista de todos los tiempos, el único mejor que Iniesta, por lo menos sin discusión posible: “Soy lo que soy gracias a los valores y a lo que aprendí en la cantera y La Masia”, confiesa Leo cada vez que recuerda su particular historia, que comienza a los trece años, uno más tarde que Iniesta. Observen: “soy lo que soy”, no distingue entre persona y futbolista, todo va junto, el hombre y el deportista, la mente y las piernas. Sin llegar, crecer y formarse en La Masia, el futbolista hubiese sido diferente. Solo el Barça puede ofrecer este concepto de formación. Iniesta, Messi y el Barça, no hay otra manera de entenderlo. Es probable que aun sin cruzar su destino con el Barça ambos hubiesen sido futbolistas de primer nivel porque sus talentos son tan inmensos que forzosamente tenían que explotar. Pero también estoy seguro de que su manera de pensar y de vivir, de crear y de competir, de entender y ejecutar el fútbol no sería la misma y, además, no sería tan ejemplar. El fútbol sale del alma de la persona y si la persona es mejor o peor, su fútbol lo será en igual medida. Iniesta es el ejemplo. Y Messi. Y Xavi. Y... y nos hacen falta más en el futuro, que no pare el modelo ni el concepto. ¿Entendido? Y es que últimamente no hay buenas noticias al respecto. Y esto es grave.