Inercia
En 1988, Johan Cruyff llegó al Barça tras el motín del Hesperia contra José Luís Núñez. Con él, un plan futbolístico basado en un fútbol orgulloso y tan atrevido que sorprendió hasta a sus propios jugadores. El mensaje era tan diferente al habitual que aquello pareció una reinvención del fútbol. Con cero entrenos bajo esa curiosa mirada, el liderazgo de Cruyff, de entrada, y el divertido desarrollo de la idea, de salida, llevaron a esos futbolistas a levantar la primera Copa de Europa y, también, a ganar cuatro ligas consecutivas, una fita no repetida hasta hoy. Pero aquello, además, sumó dos elementos más de vital importancia para la historia del Barcelona: la implantación del método en el fútbol base y la seducción de aquellos futbolistas que, años más tarde, se convirtieron en transmisores de la idea ya como entrenadores.
Veinte años después, en 2008 uno de aquellos jugadores, Pep Guardiola, fue elegido por el presidente Joan Laporta para sentarse en el banquillo del Camp Nou. En aquella plantilla había jugadores como Valdés, Puyol, Piqué, Xavi, Iniesta, Messi, Sergio o Pedro, con cerca de 2.000 entrenos cada uno a sus espaldas bajo el método Cruyff que acabó haciendo famosa a la Masía.
Aquel Barça se convirtió en uno de los mejores equipos de la historia del fútbol con la icónica imagen de Messi, Xavi e Iniesta yendo a recoger el Balón de Oro de 2010. Aquella idea acabó convirtiéndose en un hecho cultural sin precedentes: el método Barça. Sin embargo, el éxito provocó las envidias entre directivos hasta la guerra civil. Las victorias de Sandro Rosell y Josep Maria Bartomeu introdujeron en el club una nueva manera de gestionar el fútbol. Tras el adiós de Guardiola y el trágico episodio Vilanova, llegaron Martino, Luis Enrique y, ahora, Valverde, con el cacareado mensaje de la directiva sobre la necesaria evolución del método.
Treinta años después, en 2018, la inercia de la obra que convirtió al Barça en la referencia mundial ofrece síntomas de desaparición. Son los efectos de la citada evolución. Los jugadores con bagaje empiezan a escasear (solamente Roberto, Alba, Piqué, Sergio y Messi son indiscutibles) y los nuevos futbolistas no reciben la formación en el método (llegan, como en 1988, con cero entrenos en la idea). Ni el entrenador ni el club, por desconocimiento, se sienten cómodos con el método y, además, el fútbol base se rige por unos códigos tan diferentes que el ascensor hacia el Camp Nou se ha cortocircuitado.
¿Alguien va a remediarlo? ¿Qué sucederá cuando desaparezca la inercia? Ya han avisado personalidades tan poco dudosas como Messi, Xavi, Puyol o Iniesta. Tal vez sea bueno mirar a ese 1988 no tan lejano y observar qué había sido del Barça hasta ese momento...
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