De ilusión ya no se vive

Joan Laporta y su equipo, después de ganar las elecciones

Joan Laporta y su equipo, después de ganar las elecciones / Javi Ferrándiz

Carme Barceló

Carme Barceló

Cuentan que se bajó del barco cuando supo que no iba a subir al avión. Jaume Giró, el que iba a ser el vicepresidente económico de la nueva ‘era Laporta’, máximo hacedor y el ‘conseguidor’ del aval, resulta que sí tiene que viajar y ello le impide ostentar dicho cargo. Oficialmente, claro. Los y las que tenemos una edad ya no leemos cuentos antes de ir a dormir. La realidad es que, un día más, el FC Barcelona ha sido pasto de mofas y befas a cuenta de 124 millones de euros -una barbaridad que hay que revisar pero de la que todas las candidaturas eran conscientes- que se precisan para acceder a la poltrona del club.

La imagen de este último año, pandemia mediante, no es que sea borrosa: es para borrarla. La última fotografía antes de la investidura de Joan Laporta, con una cuenta atrás y los teléfonos echando humo para conseguir el dinero necesario, es opaca. Un fundido en negro mientras los implicados buscan en 48 horas primero sesenta millones; luego, treinta y poco después, nueve. Una carrera a la velocidad del sonido para silenciar los gritos y una sensación de improvisación que nos aleja del objetivo prioritario: estabilidad y sentido común.

Ítem más: algunos de los empresarios llamados a la desesperada en los tres últimos días quizá estarían encantados de formar parte de la junta directiva del club barcelonista pero así, no. Esta situación delirante de las últimas horas, la entidad aguantada con hilos y la sensación de caos no ayuda a incorporar a ciertos ‘pesos pesados’.

DEL PRESIDENCIALISMO AL CONSENSO

Insisto en el concepto ‘seny’, que es de lo que he venido escribiendo desde que este Barça gestó su propio virus. Joan Laporta, una vez solventado el tema del aval, tendrá que gestionar algo que le va a resultar difícil: aparcar su talante presidencialista y consensuar las decisiones con sus directivos. Los que ya estaban en la nave y los que han tenido que subirse para que no se hundiera. Unos pondrán más dinero que otros y todos pedirán ser escuchados. Ponen en riesgo su patrimonio y saben lo que se juegan más allá del terreno de juego. El nuevo presidente genera energía positiva, buen rollo y liderazgo, sí. Pero de ilusión ya no se vive. Demostrado está que todo tiene un precio. Y hay que pagarlo.