La (humana) bula para los lesionados en MotoGP

La sucesión del Papa Francisco nos ha desvelado la existencia de una nueva sub-especie de tertulianos: los “vaticanólogos”. Cuando ya creíamos que después de Pilar Rahola no iba a haber en el universo hertziano de la radio ningún otro opinador/a tan multidisciplinar como la verdadera reencarnación de Leonardo Da Vinci, con semejante caudal de conocimientos tan poliedrico como el que acreditó la mediática periodista/política/todista, resulta que ha aparecido un macro cosmos de especuladores sobre la identidad del nuevo obispo de Roma tan grande que hasta las casas de apuestas han quedado cortas en sus vaticinios ludópatas.

Yo mismo dije que sería Parolín el elegido, porque me hacía gracia la sonoridad de su nombre, pero sobretodo por el solidísimo argumento de que este es coincidente con el de una reputada marca de chasis para karts, también italiana.

Con la vuelta de Marc Márquez a la gloria de MotoGP ha pasado algo parecido. Es increíble la cantidad de expertos sobre el de Cervera que han aparecido en escena. Desde los que ya sabían que Marc sería el mejor piloto de todos los tiempos incluso antes de que se conocieran sus padres (los del piloto, quiero decir), hasta los que tienen un polígrafo instalado en su neurona que les permite conocer mejor que el propio campeón si este está contento con su moto, o no, y si se cae por lo que ellos hayan decidido o por otro motivo.

Ernest Folch me definió un día a los “tertulianos de guardia” como “la casta más baja y de peor estofa de la raza periodística”.

Los fundamentos de quienes sabían más del nuevo Papa que el Espíritu Santo, o de los que conocen mejor la Ducati que Gigi D’all’Igna son los mismos que ya saben cuándo va a reaparecer Jorge Martín y en qué condiciones lo hará su Aprilia.

Cuando la petición de permiso para que la marca de Noale pudiera hacer un entrenamiento privado especial con su inédito campeón antes de su estreno en Qatar, posterior a las dos intervenciones que tuvo por las lesiones en la pre-temporada, ya apuntamos en esta misma columna que la negación de la propuesta no sólo transmitía una cierta insensibilidad, sino un claro desprecio por la seguridad de quien se apresta a volver a pilotar sin tener una dimensión real de su grado de recuperación. Y luego pasó lo que ustedes ya saben, y que podía haber sido incluso mucho peor.

Rectificar es de sabios. Y pedir perdón, de generosos. En el futuro, aunque con determinadas condiciones, este tipo de evaluaciones en aras de la seguridad se podrán realizar de oficio, aunque -eso sí- siempre que se den una serie de lógicas circunstancias para que el recurso humanitario no se convierta en un arma al servicio de la picaresca.

Me equivoqué con el pronóstico sobre quien sería el nuevo Papa que, no se si por haber escogido llamarse León, ha coincidido con el día del 75 aniversario de la creación de la marca Seat. Jamás he presumido de descubrir las virtudes de Márquez antes que nadie, ni de ver cosas que otros no ven …como el niño del Sexto Sentido. Pero ahora permítanme que celebre la aprobación de los tests para facilitar la vuelta a las pistas de los pilotos que hayan tenido lesiones de larga duración. Es un gesto de humanidad, una apuesta por la vida, por el sentido común y para que -como dijo Robert Francis Prevost- “el mal no prevalezca”. Y en las motos ya se sabe que “el mal” son las caídas.

Disfrutemos de este deporte siempre tan al límite, y que a veces nos demuestra que quienes lo protagonizan son humanos, aunque a veces no lo parezca. Buena iniciativa la de humanizar las carreras, y la de gestionar de forma sensata las debilidades propias de quienes tienen la humildad de saber que no son infalibles.