Hristo se asustó con el pisotón a Urizar, pero al final fue positivo

Hristo se asustó con el pisotón a Urizar, pero al final fue positivo

Hristo se asustó con el pisotón a Urizar, pero al final fue positivo / sport.es

Josep M. Minguella

Josep M. Minguella

Hristo tuvo una buena adaptación a su vida en Barcelona. El grave problema llevó con la reacción ‘a la búlgara’ que tuvo cuando pisó al árbitro Urizar Azpitarte en un partido ante el Real Madrid. No me atrevería a decir que estas actuaciones eran permitidas en Bulgaria, pero se consentía que los jugadores dijeran de todo a los árbitros, los chillaran… a Hristo le salió la vena como si aún estuviera en su país, fue espontáneo, pero muy pronto se arrepintió. Incluso se hizo amigo de Urizar, hablaban mucho y creo que resultó positivo para su actuación futura.

Su manera de ser cambió en la esencia. Discutía con los contrarios, sobre todo con los del Madrid o Atlético, y era muy intenso, pero lo expulsaron muy poco. Se dio cuenta de que no podía funcionar como en su época en Bulgaria. Su fichaje fue un éxito y sigo pensando que cumple el perfil de futbolista que debe fichar por el Barça. De los que llegan y ya están para jugar. Hristo, por ejemplo, marcó en el primer partido ante el Espanyol. 

Antes de este incidente con Urizar, Hristo se había mentalizado sobre la importancia de una buena integración. Llegó a Catalunya en verano y se instaló en Torre Valentina, en la Costa Brava, en un apartamento que le dejé, junto a su mujer e hija. Estaba encantado. Su carácter abierto le hizo tener pronto amistades y disfrutar de un buen ambiente.

Tras la pretemporada, Hristo empezó a vivir en Barcelona, en la Avenida de Sarrià con la calle Londres. Cerca, en Urgell, hay el restaurante la Dolceta, especializado en caracoles. El primero día que lo llevé casi sale corriendo, pero se hizo amigo de un chico del restaurante, Lluís, y luego lo llamaba y le hacía encargos: “¡Lluís, súbeme 100 caracoles!”. Los búlgaros se aficionaron a esta comida gracias a él… Hristo es muy abierto y en el tema gastronómico no ponía nunca problemas: comía carne, pescado, ensaladas… Se hizo muy amigo del  dueño del restaurante Salamanca, Silvestre, y era habitual que allí se reunieran los jugadores del Barça.

Todo le estaba saliendo bien en Barcelona  y es lógico que se asustara cuando le ocurrió el incidente con Urizar. Me acuerdo cómo después del partido fui a recogerlo al parking del campo. Se notaba que tenía mucho miedo. De entrada casi negaba, los hechos. Me decía que le habían tirado una botella. Sabía que su acto era negativo y poco profesional… pero viéndolo en perspectiva acabó por ayudarle. Supo que aquí no se podía ir al línier y cogerle el banderín, que el fútbol español era otra cosa.