Héroes olímpicos: Ryan Lochte

Ryan Lochte, en Atenas 2004

Ryan Lochte, en Atenas 2004 / Getty Images

Josep González

Josep González

Son cerca de las 6 de la mañana del 15 de agosto de 2016. Ryan Lochte y tres compañeros del equipo estadounidense de natación vuelven en taxi a la Villa Olímpica de Río de Janeiro tras una noche de celebración, mucho alcohol y sexo, que ponía punto final a su participación en los Juegos. Paran en una gasolinera para ir al baño. Ebrios y exaltados, causan destrozos. Unos agentes los retienen porque querían marcharse sin pagar los daños. Esta era la historia. Esto fue lo que pasó.

Días después, Lochte regresa a Estados Unidos y estalla el escándalo. El nadador relata que habían sido víctimas de un robo por falsos policías, que los habían sacado del taxi y obligado a tumbarse en el suelo a punta de pistola. La mentira da la vuelta al mundo… pero no dura nada. Se difunden las imágenes de las cámaras de seguridad y Lochte queda en evidencia. Pide disculpas tarde, pero su imagen ya está manchada. Es un embustero.

Ryan Lochte había debutado olímpicamente con 20 años en Atenas 2004, donde, a la sombra de Michael Phelps, se llevó el oro en 4x200 libres y plata en 200 estilos. En Pekín 2008, aún con Phelps como rival en el agua, logra un oro en 200 espalda, otro en 4x200 libre y dos bronces en 200 y 400 estilos. Incombustible, enlazaría unos terceros Juegos en Londres 2012 cosechando dos oros, dos platas y un bronce.

Con 32 años, todavía atesoraba calidad y físico para disputar unos cuartos Juegos Olímpicos, algo asombroso en natación. Se plantaría en Río 2016, donde obtendría un oro en 4x200 m libre. Su botín ya era espectacular: 11 medallas olímpicas en cuatro Juegos y 18 títulos mundiales.

Pero el bochornoso escándalo que protagoniza en Río de Janeiro lo sumerge en una espiral de autodestrucción. Sancionado diez meses por su ‘gran mentira’, es castigado también otros 14 meses por dopaje al tomar vitaminas por vía intravenosa. Busca refugio en el alcohol, va de juerga en juerga, descuida su alimentación, sus entrenamientos… Entra en depresión y por su cabeza llega a planear el suicidio.

Cuando Ryan Lochte parecía desahuciado, logra encauzar su vida. Intentó restaurar su pasado compitiendo con 36 años en sus quintos Juegos, en los 200 libres de Tokio. Su sueño se esfumó. No pasó las clasificatorias. Lloró... y Phelps lo abrazó y consoló.