Héroes Olímpicos: Marion Jones

Marion Jones

Marion Jones / GettyImages

Josep González

Josep González

Enero de 2008. Prisión de Fort Worth, en Tejas. En una pista sin público, sin flashes de las cámaras, Marion Jones corre sola con el uniforme caqui de las reclusas. La niña que a los 8 años escribió en una pizarra, al ser preguntada qué le gustaría ser de mayor, “quiero correr y ser campeona olímpica”, ahora, con 32, está entre rejas por mentir en el uso de esteroides y participar en una trama de cheques falsos. Unos meses antes, tras condenarle la justicia a seis meses de prisión, entre lágrimas y voz entrecortada, confesaba: “Con gran vergüenza les digo que he traicionado su confianza. He decepcionado a mi familia, a mi país y a mí misma. Les pido perdón por mis acciones y espero que en sus corazones lo puedan hacer”.

Ocho años atrás, era ‘La novia de América’. Estamos en los Juegos de Sydney 2000. En las pistas de Homebush Bay, la chica de las piernas más rápidas del mundo hace volar sus estilizados 1,78 metros. Jones se consagra con 25 años como una heroína al conquistar tres oros (100 m, 200 m y 4x400 m) y dos bronces (4x100 m y salto de longitud). Hasta entonces, ninguna atleta había alcanzado cinco medallas en unos Juegos. Iba para estrella del baloncesto -ganó, con 17 años, el título de la NCAA con Carolina del Nortepero su sueño era correr y ser campeona olímpica. Y lo había hecho realidad.

Conservando aún su carisma y 29 años en su cuerpo, Marion se presentaría en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. Como una premonición de lo que avecinaba, sus resultados fueron decepcionantes: quinta en salto de longitud y eliminada en la posta de 4x100 metros por un error en la cesión.

ESTALLA EL ESCÁNDALO

El ‘gran engaño’ de Marion Jones saldría a la luz el 3 de diciembre del mismo año. Victor Conte, el fundador de los laboratorios BALCO, destaparía la caja de Pandora al revelar que, dentro de una inmensa trama de dopaje, le había administrado a la atleta estadounidense productos dopantes antes y después de Sydney. Jones lo negó ante agentes federales cometiendo perjurio. C.J. Hunter, su exmarido y campeón mundial de lanzamiento de peso, testificaría en su contra y confesaría que él mismo le había inyectado sustancias prohibidas a Marion. Luego vendría el escarnio público, el juicio, la condena, la cárcel… de ser adorada, a despreciada. Sería desposeída de sus medallas de Sydney, de sus marcas desde el 2000, de sus premios, terminaría en la ruina…

Una vez libre, Marion Jones intentaría comenzar desde cero y reinsertarse. No volvería a correr y, fugazmente, se refugiaría en el baloncesto. Hoy día, con 45 años, da charlas a jóvenes contándoles su experiencia y dándoles consejos sobre cómo tomar buenas decisiones en la vida.