Héroes Olímpicos: Carl Lewis

Altivo, frío, calculador... Cuando corría, era tan veloz como elegante. Cuando saltaba, sus vuelos eran asombrosos. Fue ‘El hijo del viento

Héroes Olímpicos: Carl Lewis

Héroes Olímpicos: Carl Lewis

Josep González

Josep González

Por sus venas ya corría la savia del deporte. Su padre William era jugador de polo y su madre Evelyn, una vallista de nivel. Con apenas 9 años, el destino quiso que conociera a Jesse Owens en una reunión con otros niños. Quedaría hechizado y, desde entonces, se convertiría en su ídolo. El encuentro sería premonitorio: Carl Lewis llegaría, tiempo después, a ser el mejor atleta de la historia. Pasaría de juguetear con la arena del foso de salto de longitud mientras su madre entrenaba, a transformarse en un adolescente que se elevaba por el aire hasta donde su impulso lo llevara. Siendo un chico raquítico cogió una cinta métrica y midió, en el suelo del jardín de su casa, 8,90 metros. Soñaba con superar algún día la distancia que encumbró a Bob Beamon en los Juegos de México 1968. Sus entrenadores no tardarían en descubrir que con sus largas zancadas y velocidad de esprint también podía tener un enorme potencial sobre el tartán. Con 19 años, se frustraría su primera oportunidad de brillar en unos Juegos, en Moscú 1980. El boicot de Estados Unidos le privaría de cumplir su sueño. Solo cuatro años después, en Los Ángeles 1984, asombraría al mundo. Su forma de correr era inconfundible y generaba admiración. Elegante, potente, con las rodillas altas y sus manos como cuchillos, parecía un autómata sobre la pista. Se impondría de forma insultante en los 100 y 200 metros, el relevo 4x100 y el salto de longitud. Había igualado los cuatro oros de Owens en unos mismos Juegos... 48 años después. Carl Lewis ya era ‘King’ Carl. Repetiría cita olímpica en Seúl 1988. Allí se colgaría un nuevo oro en salto de longitud y una plata en los 200 m. Quedaría segundo en los 100 m por detrás de Ben Johnson, su sempiterno enemigo por aquel entonces. Cuando se destapó el doping del canadiense en ‘la carrera del siglo’, le darían a Lewis la medalla dorada. 

...Y SE HACE VEGANO

En 1990, daría un cambio radical a su vida haciéndose vegano. Tras erradicar la carne y otros alimentos de su dieta, el atleta mejoraría su rendimiento. Su dominio en la velocidad ya había comenzado a declinar, pero en salto de longitud seguía siendo magistral. Con una treintena de años en sus ya castigadas piernas, acudiría a Barcelona 1992, sus terceros Juegos seguidos, y volvería a pisar el podio: oro en salto de longitud y oro en el 4x100. Y no sería el final. 

Lastrado por una temporada de continuas lesiones, se presentaría, renqueante con 35 años, en Atlanta 1996. No lograría clasificarse en ninguna prueba de velocidad pero sí para el salto de longitud. Ante la admiración general, en el último impulso de su carrera volvería a triunfar y regalaría a la historia la hazaña de ganar el oro en cuatro Juegos consecutivos. ‘El hijo del viento’ dejaría de volar dejando un legado de nueve oros y una plata olímpicos, aunque, con 8,87 metros, nunca llegaría a superar a Bob Beamon, su sueño de niño. Tras años de retiro, en 2003 su nombre aparecería en una lista de atletas estadounidenses que habían dado positivo antes de Seúl. Lewis fue investigado y, finalmente, se determinó que había tomado por descuido unos medicamentos contra el resfriado.