Opinión
A los 'haters' de Luis Enrique les toca esperar

Luis Enrique observa desde la banda una acción del Liverpool - PSG / Jon Super / AP
Sigue vivo en la Champions el PSG, circunstancia que genera acidez en muchos estómagos. Especialmente, en los estómagos de quienes en los últimos años han convertido a Luis Enrique en un enemigo público, normalmente por razones siempre alejadas de lo futbolístico.
Porque no cae bien, porque sobreactúa, porque es agrio con los periodistas o porque protagoniza documentales. Por eso, y no por otras razones, hay muchos que le tienen en el punto de mira, con unas ganas enormes de derribarlo y de verle caer. Cualquier excusa es buena para atizarle.
Sin embargo, sus 'haters' tendrán que esperar. El Paris Saint-Germain firmó lo que nadie había logrado desde septiembre, ganar en Anfield, resistir el asedio de un equipazo como el Liverpool, alcanzar la prórroga, firmar unos penaltis impecables y meterse en los cuartos de final con todo el mérito del mundo.
Detrás de eso existe un trabajo, el de Luis Enrique y su cuerpo técnico: un trabajo que consiste, entre otras cosas, en armar un equipo unido en torno a una ausencia, la de Mbappé. Lo fácil era pensar que sin Kylian, el PSG se iba a diluir sin remedio. Pero la realidad es tozuda: el PSG ya no tiene a su gran estrella, pero tiene entrenador.

Los jugadores del PSG celebran su pase a cuartos de final / ADAM VAUGHAN / EFE
Los 'haters' seguirán esperando, con el cuchillo bien afilado, pero Luis Enrique seguirá a lo suyo: moldeando un equipo que juega como tal y que ya el año pasado estuvo cerca de la final de la Champions. Lejos del ruido, en su burbuja de la ciudad deportiva del PSG, con sus manías y sus excentricidades, el entrenador asturiano está dando forma a un bloque serio, compacto y fiable, con jugadores que antes no destacaban especialmente o que parecían del montón.
Ahora que el Barça parece haber recuperado la autoestima en Europa, conviene recordar quién fue el último entrenador capaz de ganar la Champions desde el banquillo azulgrana. 'Es que tenía a Messi, Suárez y Neymar', argumentarán algunos. Tan cierto como que a esos jugadores no es fácil dirigirlos desde el banquillo.
El Liverpool - PSG fue una eliminatoria vibrante, pura Copa de Europa: ida y vuelta sin retrovisor, con el regalo extra de una prórroga. Los dos equipos hubieran merecido estar en cuartos, pero solo había sitio para uno. Honor para ambos entrenadores, que ofrecieron lo que cualquier espectador busca: un digno espectáculo futbolístico.
Además de Donnarumma, excelente en los penaltis, un nombre destacó en la eliminatoria: Dembélé marcó el 0-1 Anfield y además, marcó su penalti, desconcertando al portero del Liverpool porque en su condición de ambidiestro, primero amagó con lanzar con la zurda y luego golpeó con la derecha.
Asombra un dato: el delantero francés ya ha marcado más goles en la Champions con la camiseta del PSG (nueve) que con la del Barça (ocho). En el Barça jugó seis temporadas. En el PSG lleva un año y medio.
Este nuevo Dembélé también conviene adjudicárselo en buena medida a Luis Enrique. Es imposible saber qué tecla ha tocado porque es imposible imaginar una conversación entre dos tipos tan imprevisibles como Luis Enrique y Ousmane, pero lo cierto es que Dembélé parece haberse convertido en el jugador que nunca fue en el Barça: estable, fiable y regular.
Ni Valverde ni Setién ni Koeman ni Xavi lograron extraerle el jugo que llevaba dentro (quizá el jugador, justo es decirlo, tampoco puso demasiado de su parte mientras fue jugador del Barça).
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