Hamilton, a la caza del zorro en su coto particular

Hamilton, durante el último Gran Premio

Hamilton, durante el último Gran Premio / ANDREJ ISAKOVIC / AFP

Josep Lluís Merlos

Josep Lluís Merlos

La curva de Copse es una de las más interesantes de Silverstone, ese “teatro de los sueños” en el que han pasado cosas como el famoso accidente del año pasado en el que chocaron Hamilton y Verstappen y el holandés impactó con una fuerza de 51G contra las protecciones de la pista, lo que le obligó a permanecer una noche en observación en el hospital mientras su rival se deleitaba saboreando las mieles de la victoria en el pódium.

Aquello fue el chispazo que faltaba para que el polvorín de la relación entre ambos saltara por los aires, para no recomponerse jamás; y menos después de la escaramuza que ambos tuvieron en el último round de 2021, que acabó coronando como campeón al de Red Bull.

Este año la diferencia de nivel entre el coche del campeón en título y el de antaño es tan soberbia que no hemos tenido ocasión de volverles a ver a la gresca desde aquel final de campaña con pirotecnia incluida. Pero aunque Max diga que ya no guarda rencor alguno por el batacazo que tuvo en casa de su rival, es obvio que la pólvora sigue ahí, sin humedecer, y que al estampido del primer trueno pueden volver las invocaciones a Santa Bárbara.

En las dos últimas carreras hemos visto que el Mercedes ha progresado notablemente en comparación con el inicio de temporada. Los problemas de “porposing” aun no han desaparecido y el coche de Brackley sigue botando como si tuviera el mal de San Vito, pero es obvio que aquella distancia que le separaba del Red Bull -aun muy superior- no parece tan insalvable.

El GP de Gran Bretaña promete mucho. Y aunque esta carrera aún no marque el entreacto de la temporada (porque esto no sucederá hasta la pausa que llegará tras la cita de Hungría, a finales de mes), lo que pase en este lugar con tanta historia en el motorsport puede ser crucial. Hamilton corre en casa, cierto (aquí ha ganado ocho veces y ha conquistado siete poles)… y Red Bull también (como otros seis equipos del campeonato, que tienen su sede a un tiro de flecha del arquero de Sherwood, cuando campeaba por la zona).

Los de Milton Keynes parten como favoritos tanto por lo bien que van sus coches, como por el rendimiento que de los mismos han sacado en parte por los errores de bulto de Ferrari que refrescan su eterna maldición de meteduras de pata encadenadas. Pero, sobre todo, porque las características del RB18 se ajustan muy bien a esa sección de curvas rápidas que enlazan Maggots, Becketts y Chapel… justo saliendo de Copse -el escenario del crimen- y un recuerdo que durante 52 vueltas puede pesar como una losa para todos.

Puede que Max sueñe este sábado que ha vuelto a Copse como Rebecca lo hizo con su vuelta a Manderley. Sabe que está ante esa verja de hierro en la que se lee un rótulo que pone “la casa del deporte del motor”, no sin cierta ampulosidad. Y puede que, imbuido por el poder sobrenatural que aporta lucir el número 1, atraviese esa cancela a través de ese serpenteante y retorcido sendero que se pasa a casi trescientos por hora.

Si lo hace, si la vela de su candelabro no se apaga, si gana su séptima carrera del año, habrá dado un paso de gigante para revalidar su título. Pero si Hamilton acaba triturando esa exigua distancia que ahora parece distanciarle de la victoria, podremos hacer sonar el cuerno que proclama la vigencia del campeonato.

Verstappen sigue siendo el astuto zorro que corre a toda mecha por la campiña, pero Lewis podría ser un nuevo galgo hambriento de éxito, capaz de recoger el testigo que podría haberse escurrido de las manos de Leclerc en esa rabiosa persecución por relevos en que parece haberse convertido el campeonato.

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