Halldorsson se lo contará a sus nietos

El momento en el que Halldorsson rechaza el penalti lanzado por Messi

El momento en el que Halldorsson rechaza el penalti lanzado por Messi / EFE

Rubén Uría

Rubén Uría

Islandia tiene más volcánes que jugadores, juega un fútbol rústico, tiene un estilo primitivo, no tiene tradición pelotera, tampoco potencial económico, ni grandes recursos, ni por supuesto, grandes estrellas. Y sin embargo, juegan con pasión, con entusiasmo, con el corazón del tamaño de un melón. Si en la Eurocopa se ganaron la admiración del viejo continente, hoy han vuelto a tirar de ‘hype’ para asombrar al mundo arrancando un empate a Argentina. Sí, estos vikingos no son los más estéticos, ni los más vistosos, ni los más talentosos, pero compiten poniendo el alma en cada pelota. Cuando tocó ser valientes, lo fueron y encontraron su gol; y cuando tocó atrincherarse, defendieron su área como si fuera el abismo de Helm. Finbogasson, Gunnarsson, Sigurdsson o Bjarnason. El orden de los apellidos no altera el producto. Un bloque compacto, generoso, unido, consciente de sus limitaciones.

El papel de Argentina

Argentina estuvo gris, plomiza y previsible. Es un conjunto de estrellas sin patrón de juego, ni idea futbolística, ni espíritu de equipo. El plan es Messi. El A, el B y el C. Así, hasta la última letra del abecedario. Messi tiene que retrasar su posición veinte metros, tiene que armar la jugada, tiene que tirar la pared, tiene que desmarcarse, tiene que asistirse y tiene que finalizar. Si Argentina le encuentra socios, pasará de fase. Y si los compañeros no son capaces de ayudarle, al menos, que no le estorben. Esta es la historia interminable: Batista, Patón Bauza o Sampaoli, no importa el inquilino del banquillo, la idea no cuaja. Si Messi está inspirado, acude al rescate. Y si no lo está, la nave naufraga. Esta vez fue lo segundo. Halldorsson podrá contarle a sus nietos que le detuvo una pena máxima al mejor de todos los tiempos y Argentina, para su desesperación, empató contra un país que tiene más volcánes que habitantes. Es lo que tiene poner toda la presión sobre Messi: que, a veces, es demasiado hasta para Messi. No sería extraño, visto lo visto, que en las próximas horas muchos argentinos vuelvan a culpar a Messi haciendo gala de su condición de campeones del mundo del insulto. La verdad es que, de no ser por Messi, habrían visto el Mundial por TV.