Hablar menos, trabajar más

Decepción en el Camp Nou

Decepción en el Camp Nou / DAVUD RAMÍREZ

Rubén Uría

Rubén Uría

Después del “shock” Mbappé, con el consiguiente ridículo espantoso de la prensa afín, el Madrid ha conquistado, otra vez, la Champions. Son catorce. Lo del Madrid no es una frase hecha: No juega finales, las gana. En sus últimas 20 finales, ha salido vencedor en 17. Sólo el Atleti de Simeone pudo doblegarle en 3 ocasiones. Si hay un adjetivo del que la prensa abusa en el deporte, ése es increíble.

Esta Champions ha sido así. Ante PSG, Chelsea, City y Liverpool, todo fue increíble. Una Champions que, en clave futbolística, se cimenta en el poderío de las áreas. Courtois para parar, Benzema para matar. Al otro lado de la ventanilla, el Barça. Más allá de la eterna polarización, de la guerra fría y las odiosas comparaciones entre clubes, está la teoría de los vasos comunicantes. Lo que es bueno para el Madrid es malo para el Barça. Y viceversa. Sin Messi, el Barça ha cerrado un año en blanco, acabando la Liga a 13 puntos del campeón, sin Supercopa, sin Copa, sin Champions y sin Europa League. Este torneo merece capítulo aparte, porque aunque para un club del tamaño del Barça parezca un fracaso disputarlo, el fracaso es ni siquiera haber sido capaz de ganarlo. A Messi no le ha ido bien en París, pero al Barça le ha ido de pena sin Leo

La pregunta que se hace el socio es ¿y ahora, qué? Pues toca ser autocrítico, tomar medidas impopulares, vender activos, vender jugadores, apretar los dientes y reconstruirse. La clave, resistir los golpes sin dejar de avanzar. Será un verano largo en el Camp Nou. Habrá que tomar una serie de decisiones drásticas que no todo el mundo comprenderá, pero que son necesarias. Lastrado por una herencia envenenada, por unas pérdidas brutales (¿fue buena idea provisionar 90 millones por riesgos legales y depreciar jugadores en 138 millones?) y estrangulado por el “fair play”, el Barça necesita afrontar su realidad. Primero, habrá que activar unas palancas económicas que están siendo más largas que las obras de El Escorial. ‘CVC’, ‘Goldman’, ‘Barça Studios’ o ‘BLM’. Lo que haga falta. Sin vender activos no habrá tierra prometida. Segundo, toca vender jugadores. Ni imprescindibles ni intocables. Si la oferta es buena, a vender. Se llamen Ter Stegen, Nico o De Jong. Y tercero, toca replantearse el discurso. Sí al método, sí al estilo y sí a la cantera. No a la complacencia, al debate de todo a cien y al victimismo. Si perder tendrá consecuencias, habrá que subir el listón de la exigencia, que está ahora por los tobillos. En los despachos y en el césped. Junta y equipo. Se acabaron las excusas de mal pagador. Habrá que tener humildad y afán de superación. Y para eso sólo existe una fórmula creíble: hablar menos y trabajar más.

QUIEN OLVIDA LA HISTORIA…

La anterior junta despilfarró el dinero en fichajes que no mejoraban lo que había. Gastaron una millonada en futbolistas que ni eran necesarios, ni diferenciales. Ahora el club está hipotecado y tiene que ser cuidadoso con lo que ficha. El que llegue debe mejorar lo que hay. Sin margen de error. Quien olvida la historia se condena a repetirla. 

DOPAJE EMOCIONAL

El Barça tiene dos caminos. El primero: seguir anclado en la nada, sin autocrítica y en una supremacía moral ridícula. El segundo: romper con el relato del pasado, asumir los errores, elevar la exigencia y tomar decisiones. Debe acabar con el dopaje emocional y vivir de realidades. De presente. Más vale tarde que nunca. Barça: camina o revienta.