Opinión | Tuercebotas
Haaland, 2034
El contrato de renovación del crack noruego con el City es contracultural y muestra el compromiso mutuo del jugador y el club

Haaland en una entrevista tras anunciar su renovación
No solo Pep Guardiola reaccionó de forma incrédula cuando supo que Erling Haaland había renovado hasta 2034 con el Manchester City. "¿Puedes repetirlo?", le preguntó el entrenador a Txiki Begiristain, y algo parecido les sucedió a muchos aficionados cuando leyeron la noticia: tuvieron que releerla, comprobar que no había una errata en el titular y echar cuentas, asombrados ante la presencia de algo tan raro como un unicornio blanco: un contrato de nueve años de duración para un jugador top que en julio cumplirá 25 años. El contrato es fastuoso, 31 millones por temporada, y hay otros casos, pero solo el de Cole Palmer en el Chelsea es similar en cuanto a relevancia.
Es un compromiso poco habitual en un jugador especial, sin tatuajes, poco propenso a los espectáculos gratuitos, muy competitivo, uno de los mejores goleadores del mundo, que ha desmentido que Guardiola no sepa entrenar a delanteros centros puros. De hecho, jugar bajo las órdenes de Pep es uno de los motivos por los que el noruego fichó por el City. En el momento en que el equipo pasa por su peor momento desde que lo entrena el catalán, cuando se dispone a renovar la cúpula deportiva y aguarda una sentencia que puede ser ejemplar y con castigos deportivos, Haaland apuesta por ligar su futuro al del City. Cierto es que los jugadores, en el fondo, juegan donde quieren, pero el precio de Haaland para la próxima década ya está marcado: de entrada, 31 millones al año de salario para cualquier pretendiente.
Contracultural
El contrato de Haaland es contracultural. Lo que se lleva en el mercado es lo contrario: acuerdos cortos, renegociaciones continuas, esperar a agotar el compromiso para enrolarse con otro equipo con una suculenta prima de fichaje. Conceptos como la fidelidad al club (ver Davies y el Bayern), el respeto a la afición o la calidad de vida en la ciudad no tienen peso ante el movimiento de grandes cantidades de dinero entre clubes, intermediarios y jugadores. Neymar, el anti-Haaland en este sentido, ejemplo de pésima gestión de su carrera, explicó esta semana su salida del Barça para fichar por el PSG: “Nunca lo hice para ser el mejor del mundo. No fue por eso. De hecho, en mi última semana, Messi me dijo que si quería ser el mejor del mundo, él me ayudaba. Pero no era por eso, era algo personal. Económicamente, era mejor que lo que tenía en el Barcelona y, además, estaban los brasileños en el PSG. Quería jugar con Thiago Silva, Dani Alves, Marquinhos, Lucas Moura. Quería jugar con mis amigos”. Jugar con los amigos... y el montante final económico. Neymar es la perpetua añoranza de lo que no llegó a ser.
Haaland y el City corren riesgos con este contrato. Puede haber lesiones que afecten al rendimiento, puede cambiar la dirección del club o ser sancionado y perder competitividad. Pueden llegar jugadores nuevos que amenacen el estatus de estrella del jugador. En estos tiempos fugaces y caprichosos, ver al mismo delantero centro titular durante tantos años puede resultar agotador. Cierto. Pero también hay recompensas: continuidad en el proyecto, confianza y lealtad mutua, compromiso con el club, el equipo y la afición, un lugar donde echar raíces para la familia en una profesión tan nómada como la del futbolista...
El contrato sentimental
Y lo que también hay es un mensaje: sin renunciar a los ingresos millonarios en un boyante negocio global, hay otras formas para un futbolista de afrontar su carrera de manera respetuosa con el club y las aficiones. Respetar el componente sentimental es esencial en el fútbol para mantener la competitividad, el vínculo con los seguidores y, en última instancia, el respeto al juego y también la viabilidad del negocio. Muchos aspectos de la gestión del City en estos años indican que su camino es muy diferente al de otros clubes, en las antípodas de aquellos que tienen el dinero como maldición, como el PSG. Ahora Haaland también muestra que es otro tipo de jugador.
El peculiar contrato de Haaland llega en un momento en que el Barça afronta renovaciones cruciales para su futuro, como la de Pedri, Gavi, Araújo y, en lontananza, la de Lamine Yamal. No hace falta renovar a diez años vista, quizás, pero sería deseable que jugadores, representantes y club primaran el proyecto a medio y largo plazo frente al pelotazo momentáneo, las encuestas de opinión y los intereses personales de vuelo rasante. El futuro de unos y otros sería grandioso dentro de un proyecto estable, ambicioso y duradero.
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